lunes, 23 de julio de 2007

Dos poemas de María Wine



Me encontré con la poesía de María Wine por primera vez en 1978. Por lo menos eso dice la fecha que escribí en el tomo de color verde titulado “Antología” y editado por Plaza & Janés, con textos traducidos por Justo Jorge Padrón. Los leí con mucha dedicación y muy impresionada por su lenguaje directo, sencillo y eficaz. Subrayé mucho. Por aquel tiempo ese lenguaje “tan mínimo” me enseñó una forma diferente del tiempo poético a aquel al que yo estaba más acostumbrada: los románticos ingleses, el siglo de oro español, la generación del 27, los simbolistas….. Entonces me gustaba mucho el cine de Bergman y la poesía de María Wine en algunos aspectos, sólo en algunos, me lo recordaba: la capacidad de llamar a las cosas más terribles por su nombre, sin necesidad de dar circunloquios, como hacemos muchas veces los mediterráneos. Eso me parecía muy norte-europeo: pasar sin transición de la luz a la sombra y viceversa. Y aún sigue pareciéndomelo. Será cosa del paisaje, quizá.

De todas formas encontré muchos mensajes en los poemas de Wine que todavía no acertaba a compartir. Sí, entender. No, compartir. Supongo que era cosa de edad. María Wine comenzó a escribir cuando tenía ya unos pocos años más de los que yo contaba cuando la encontré y los primeros poemas de aquella “Antología” datan de cuando la poeta había cumplido treinta. Aunque estas cosas las pienso ahora.

Hubo veces después en que releí algunos de esos poemas, en determinados momentos. Luego, la verdad, pasaron años sin abrir ese libro verde. Hace poco compré otra edición de poemas de Wine traducidos al castellano: la de Francisco Uriz, en Libros del Innombrable, reunidos bajo el título “La incierta nave del quizá”. Y como éste y el libro verde son dos libros creo que bastante diferentes, en cuanto a la selección de poemas y concepción de la edición –además de que el de Padrón sólo alcanza hasta 1975 y el de Uriz lo hace hasta el año 2000-, he ido un poco de uno a otro. Me parece que esta vez si he compartido muchas cosas de las que cuenta María Wine. Supongo que será cosa de la edad.

Los prólogos de ambos volúmenes ayudan mucho a entender el universo de esta poeta danesa de nacimiento, aunque sueca por adopción y por amor, pues María Wine empezó a escribir poesía después de unirse al también gran poeta Artur Lundkvist, en 1936, y lo hizo en sueco. Francisco Uriz puntualiza bien que quizá este uso del sueco (un idioma no propio en origen) es el que le lleva a escribir de forma sencilla, concreta, con gran cantidad de imágenes de la vida diaria. Sea como sea, de manera tremendamente efectiva y afectiva.

Copio dos poemas, traducidos por Francisco Uriz y entresacados de ese libro “La incierta nave del quizá”. Por cierto que hay un post de Antón Castro sobre las memorias de Francisco Uriz en el que se hace mención a su relación profesional con el esposo de María Wine, Artur Lundkvist.





Expedición de descubrimiento


Si no tuvieras
tantísima prisa
(a tu muerte llegarás en todo caso a tiempo)
podrías darte cuenta de muchas más cosas.
Podrías por ejemplo descubrir
que la yema de tu dedo
tiene la misma forma abovedada
que un grano de uva
que su piel tiene el mismo dibujo
de pequeñas estrías acanaladas
que la piel de la uva
y que cuando aprietas la yema de un dedo sobre otra
la sensación de blanda dureza es la misma
que cuando la aprietas sobre la uva

Descubrirías
que los párpados de los ancianos
bien están toscamente arrugados como piel de higos
bien tenues y transparentes
como la película del ojo de un pájaro
Tendrías tiempo de ver
que en el esmalte brilla una sonrisa
que el cuchillo en realidad es un rayo capturado
y que la caballa ha sido asada a la parrila por la sombra

Descubrirías que
a menudo una piedra dura protege
un secreto blando
y tendrías tiempo de escuchar la melodía
que suena dentro de cada pelo
Podrías leer el mensaje de la escarcha
en el cristal de tu ventana
y asombrado descubrirías
lo difícil que es llorar
bajo un sol deslumbrante
así como que se necesita coraje para atreverse a reír
en la oscuridad nocturna

Si fueras un hombre
descubrirías
que la mujer que llevas dentro ansía
permiso para echarse a llorar
y si fueras mujer
que el hombre que llevas dentro ansía
permiso para dar cuenta
de tu malgastada debilidad
Descubrirías
que casi todo lo que les reprochas a otros
es un reproche que has evitado hacerte

Si te dieras tiempo para contemplar
la alfombra del paisaje que has tejido con tu vida
podrías descubrir muchos senderos que te has saltado
a los que nunca podrás volver
Y quizá gracias a tu descubrimiento
dejarías de saltarte el día
para alcanzar rápidamente la noche
dejarías de saltarte el invierno
para llegar rápidamente al verano
y con este conocimiento
alargarías tu vida considerablemente.




Desolación

Ella siguió viviendo su vida
en la habitación donde él había muerto
para seguir respirando siempre
sus últimos suspiros
reflexionar sobre las últimas
ideas que él pensó-
Se metía en sus ropas
se sentaba en su sillón
y leía una y otra vez
el último libro que él había leído
pero nunca pasaba de la página
a la que él había llegado-

Llevaba en la muñeca
el reloj de pulsera de él
que había hecho tic-tac a la velocidad de su pulso vivo
y ahora lo hacía débilmente al compás
del pulso renuente y triste de ella
Comía con los cubiertos de él
bebía de su taza favorita
Se peinaba con el peine de él
delante de su espejo
Se quedaba largo ratos mirando
al espejo buscando inquisitiva
como si esperase que la profundidad
le fuera a devolver por compasión
el rostro de él.

(María Wine murió, cumplidos los noventa años, creo que en el año 2002, aunque algunos textos señalan como fecha de su fallecimiento 2003. Su esposo había muerto en 1991 y hasta ese momento permanecieron unidos desde que se conocieron.)

11 comentarios:

Magda Díaz Morales dijo...

Que hermoso debe de ser permanecer unido a alguien tantos años, desde jóvenes hasta ancianos. Circusntancia que en ocasiones parece utópica en las últimas décadas.

Los dos poemas son bellisimos, pero 'Desolación' es como su nombre lo dice, desolador. Que sobrecogedor todo lo que dice, conmueve profundamente, Luisa. Es muy triste.

Anónimo dijo...

Te aradezco el descubrimiento para mi de una poeta que me recuerda los himnos juveniles de Kipling y la desoladora soledad de Askildsen,

Luisamiñana dijo...

Por eso lo señalé, Magda, porque la historia de Lundkvist y Maria Wine conmueve y enriquece. Tanta brevedad en la actualidad a menudo cansa. Recuerdo que el año pasado colgué un cuentito sobre ésto: "Ya no nieva como antaño". Es así.
El poema "Desolación" es muy triste, sí, pero creo que transmite de forma afortunadísima la angustia del duelo.
Besos, querida Magda.

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Descubrimiento por descubrimiento, Finnengan, te agradeceré yo la mención de Askildsen, a quien no he leído y la perspicacia de la comparativa. Procuraré hacerlo. Gracias y gracias por venir hasta aquí.

SONIA FIDES dijo...

¡Qué pasada Luisa!, no conocía a esta poeta, que tan bien sabe sacar adelante esas dobleces llenas de casualidades y sincronías de las que está llena la vida. Los poemas tienen esa brutal naturalidad del que conoce los secretos de las palabras. Las palabras mantienen a salvo su mejores sinónimos para cuando llegan los poetas de verdad. Me ha encantado, buscaré los libros.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Me han encantado los poemas de esta autora que no conocía (como a la mayoría). Y me parece muy acertada la referencia a Bergman. El segundo me recuerda a una frase de Jean Cocteau acerca de los relojes de pulsera que siguen funcionando en las muñecas de los soldados muertos.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Nunca me ha gustado la poesía, Luisa. No la entiendo, cometo el error de leerla como si fuera prosa. Pero he de confesar que gracias a tus post empiezo a deleitarme en su musicalidad y buscar más allá de lo que se dice. De estos dos... me quedo con una parte del primero: "a menudo una piedra dura protege
un secreto blando".
Gracias por abrirme los ojos a otro mundo.

Anónimo dijo...

Preciosos poemas, todo un descubrimiento Luisa.
El primero me parece tan certero...
PD Yo también decía antes, como Lamia, que no me gustaba la poesía. Ah, tontica, tontica...

entrenomadas dijo...

Precioso texto, poema y la foto es impresionante. Transmite fuerza y ternura.

Tomo nota de esta excelente poeta.

kisses

Luisamiñana dijo...

Sonia, a esa brutal naturalidad creo que me refería al decir que pasa sin transición de la luz a la sombra. Yo creo que María Wine conoce los secretos de las palabras, pero también los secretos que hacen las cosas como son. Por eso su lenguaje no necesita disfraces: cada palabra es cada palabra y susurra sus secretos.

Abrazos.

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Pues, Escalones, me gusta oir que te parece ajustada la apreciación respecto a Bergman, y yo creo muy cierta la tuya respecto a Cocteau. Creo que la idea es la misma: las cosas de quien se fue siguen siendo él y al mismo tiempo son testimonio de la ausencia: viven en la muerte (es un poco tétrico, pero creo que va por ahí).

Besos

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Yo creo, Lamia, que ese mundo no te es ajeno, para nada. A veces sólo consiste en encontrar la buena puerta. Y creo que María Wine te gustaría mucho. Demuestra cómo la poesía "está entre nosotros" (perdón por la cursilería), que no es nada de otro universo, que simplemente es una manera de respirar.

Besotes.

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Mima, tú ya haces poemas. Así que no me digas ya más lo de que no te gustaba la poesía, que hoy he visto tu post. Me gusta que los poemas de Maria Wine te hayan conmovido, pues a mi me parecen muy impactantes e hipnóticos.

Besos


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Ah, qué razón tienes con la foto, Marta. No hay muchas imágenes por ahí de esta mujer. Esta me pareció muy apropiada, precisamente por la fuerza de la mirada y el gesto, aunque al mismo tiempo es dulce. Creo que un poco como sus textos.

Pues kisses.

Anónimo dijo...

Yo tampoco la conocía, y efectivamente como dice Sonia son palabras brutalmente naturales. Trataremos de conocer más de su obra.
Un abrazo

Luisamiñana dijo...

Creo que merece realmente la pena, Valentín. No es habitual que se publiquen en este pais autores del norte de Europa y nos perdemos una visión de las cosas creo que algo diferente a la nuestra, pero muy atractiva.
Abrazos.