lunes, 6 de agosto de 2007

María de Zayas y Sotomayor



Las tardes de verano, con sus estancias de largas sombras que tintinean entre las aspas de los ventiladores y se escurren lentamente por las orillas de los cafés con hielo, son propicias a las lecturas despaciosas y amenas. Esta tarde, estival y dominguera además, la sombra ha sido más bien una capota que ha cubierto la ciudad de un bochorno atronador y yo me he entretenido a ratos en releer algunas de las novelas exquisitas, un punto irónicas, bastante reivindicativas de la dignidad de la mujer, y en algún cabo atrevidas (teniendo en cuenta la época) de María de Zayas y Sotomayor. Estas “Novelas amorosas y ejemplares” no tienen desperdicio.

Una edición de estas novelas fue impresa en Zaragoza en 1637 y algunos estudiosos han querido pensar que ello sería porque la autora se encontraría en esa fecha en la ciudad. Pero es una hipótesis y son muy pocos los datos que existen sobre esta mujer, escritora del Siglo de Oro español. Se sabe que era hija de don Fernando de Zayas y Sotomayor, caballero de Santiago y capitán de Tercios en Flandes, y de doña María de Barasa. Se conoce una partida de bautismo, con muchos indicios de ser suya, fechada el 12 de septiembre de 1590.

En 1617 estaba doña María de Zayas en Madrid, cuando firma, un día de San Lucas, en el registro de Confederados pertenecientes a la Hermandad de Defensores de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Hasta 1637 se le sigue el rastro en dicha ciudad, donde participaba en certámenes poéticos y en las Academias literarias. Lope de Vega le dedica una elogiosa silva en el Laurel de Apolo, en 1630.

Se cree que pudo vivir un tiempo en Valladolid, ciudad a donde había trasladado la Corte el rey Felipe III. También parece seguro que estuviese un tiempo en Nápoles, porque los detalles sobre esta ciudad que introduce en sus novelas inducen a pensar que tenía un conocimiento directo de la urbe italiana. Es muy posible que pudiera ir allí acompañando a su padre, que formaba parte de la clientela del conde de Lemos, gran protector de las letras y virrey de Nápoles entre 1610 y 1614.

Poco más se sabe de esta mujer. Hay un par de partidas de defunción con el nombre de Maria de Zayas, pero sus detalles no corresponden a la escritora. El rastro de ésta se pierde completamente a partir de 1647. Hay una carta de presentación firmada por Inés Casamayor que habla de una María de Zayas viva, aunque acaso incapacitada o impedida, interesada, en todo caso, en no dejarse ver. Pero nada hay seguro.

Yo tengo una edición bastante mala de las “Novelas amorosas y ejemplares” de María de Zayas. Aunque existen algunas otras de los años ochenta y noventa, que las publican parcial o totalmente, y por lo menos otra más reciente del año 2001, publicada en la Fundación José Antonio de Castro y que está digitalizada en Cervantes Virtual. Esta edición, que incluye las Novelas amorosas y ejemplares, y también los Desengaños amorosos, segunda parte del ciclo, cuenta con un interesante y completo estudio preliminar de Estrella Ruiz Gálvez y reproduce aquella segunda edición de las “Novelas amorosas y ejemplares” hecha en Zaragoza. Por cierto que entre las décimas laudatorias a la autora que preceden a las novelas hay varias de mano femenina: María Caro de Mallén (dramaturga), Isabel Tintor, Inés Victoria de Mires y Arguillur.

La edición incluye el propio introito que confeccionó la autora en defensa de la igualdad intelectual entre hombres y mujeres y también justificando el género de novela elegido por ella como forma de su escritura. Existe igualmente un “Prólogo de un desapasionado”, curioso no sólo por su título sino por la defensa de la necesidad de comprar libros, frente a la extendida costumbre en la época de leerlos a todo correr en la tienda del librero o de pedirlos prestados a los amigos.

Los Desengaños amorosos se publicaron dos veces entre 1647 y 1649, aunque ambas partes – Novelas y Desengaños- se concibiereon de una manera originalmente única.

La obra de María de Zayas está dentro de lo que entendemos como novela cortesana, y siguen un sistema narrativo que procede de la tradición de las Mil y una noches o del Calila e Dimna: relatos independientes entre sí, aunque engarzados sobre un relato marco. Este trata de la reunión de una serie de personajes femeninos y masculinos que han de entretener a Lisis, aquejada de unas cuartanas. Para ello los convocados van a contar una serie de historias durante un sarao que se desarrollará en la pascua de Navidad, durante diez noches ( las Novelas) y en una segunda tanda durante las noches de Carnestolendas (los Desengaños). Dicho relato marco está tejido en torno al triángulo amoroso entre Lisis, Juan y Lisarda. Lo que de él se va contando, va siendo reforzado y reargumentado por lo relatos que se suceden.

La posición de María de Zayas es totalmente “militante” de la “causa femenina”. Y lo hace reinterpretando valientemente mitos de la tradición cultural, poniendo a la mujer en lugares y situaciones que hubieran correspondido a los hombres de su época. Las Novelas amorosas y ejemplares constituyen historias de reivindicación femenina: defendiendo su coherencia, animándolas incluso a acudir a las armas para defender su reputación, defendiendo su derecho a la cultura… Los Desengaños amorosos son ataques a las formas de actuar masculinas: contra sus infidelidades, su irresponsabilidad, su abuso de la fuerza respecto a las mujeres…

Un párrafo de la novela –o maravilla- primera (Aventurarse perdiendo):

Lo que sentí de ver defraudadas mis esperanzas, confirmándose en todo mis temores, y recelos, pues siendo quien soy yo, no era justo querer si no era al que había de ser mi legítimo marido, y respecto desto, había de tener fin nuestra amistad. Dieron lágrimas mis ojos, y más viendo a Celio tan cruel, que en lugar en enxugarlas, pues no podía ignorar que nacían de amor, se levantó y se fue, dexándome bañada en ellas, y así estuve toda aquella noche y otro día, que de los muchos recados, que otras veces me enviaba, en ésta faltó no quien los traxese, sino la voluntad de enviarlos. Hasta que aquella tarde vino Celio a disculparse con tanta tibieza, que en lugar de enxugarlas las aumentó. Esta fue la primera ingratitud que Celio usó conmigo; y como a una siguen muchas, empezó a descuidarse de mi amor, de suerte que ya no me vía, sino otras veces objeto de su alabanza. A estas tibiezas daba por disculpas sus ocupaciones, y sus amigos, y con ellas ocasión a mis tristezas y desasosiegos, tanto, que ya las amigas, que adoraban mis donaires y entretenimientos, huían de mí, viéndome con tanto disgusto.

Acompañó su desamor con darme celos. Visitaba damas y decíalo, que era lo peor, con que, irritando mi cólera y ocasionando mi furor, empecé a ganar en su opinión nombre de mal acondicionada; y como su amor fue fingido, antes de seis meses se halló tan libre dél como si nunca le hubiera tenido, y como ingrato a mis obligaciones, dio en visitar a una dama libre, y de las que tratan de tomar placer y dineros, y hallóse tan bien con esta amistad, porque no le celeba, ni apretaba, que no se le dio nada que yo lo supiese, ni hacía caso de las quexas, que yo le daba por escrito y de palabra las veces que venía, que eran pocas.”


Dejo aquí el enlace a la página de Cervantes Virtual desde donde puede leerse o descargarse la obra de María Zayas.

La imagen de María de Zayas puede encontrarse en la página del profesor Robert Lauer (Universidad de Oklahoma, USA) donde además se recogen los nombres de varias dramaturgas españolas del Siglo de Oro, que todavía casi nadie conocemos, creo yo.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Que gracia!, no sabía que María Zayas escribiera este tipo de novela...si, una especie de Mil y una noches por "cuartanas" (jeje he tenido que buscar en google que era eso),
Iré a dar "una vuelta" a esa página de Cervantes Virtual que recomiendas, me ha picado la curiosidad.
De paso, y siguiendo tu ejemplo, habré de leer algo de G.Gomez de Avellaneda. :)

Luisamiñana dijo...

Ja, ja... fíjate, nos podríamos poner como tarea el ir leyendo algo de cada uno de los autores que dan nombre a las calles de nuestro barrio ... Uf... qué trabajazo. Aunque, con tiempo, un placer.

Cervantes Virtual es una gozada: hay tantas cosas ya digitalizadas, ahí, al alcance de la tecla...

Muás.

Anónimo dijo...

Genial aproximación a la figura de esta mujer, como casi todas en España, infravalorada cuando no ignorada. Los únicos que se acuerdan de ella son los que viven en su barrio o los taxistas.Qué ingrata memoria la nuestra, abandonamos a los grandes del pasado en el olvido, y si son mujeres, ya ni te cuento, para encontrar unos restos humanos que pasar luego por el forense de CSI y que nos diga, "fíjate, aquí está enterrado Quevedo". Así nos va.
Ahora que nombro a Quevedo, mis lecturas del XVII español casi se reducen a Cervantes, Gracián y Quevedo. Lo de Quevedo quizá me toca más fuerte porque vivo en la calle del mismo nombre; ahora entiendo las gafas, la barbita, la mala leche que me entra de vez en cuando... Empiezo a sentirme pegado a mi nariz.
Hay que reivindicar a esta mujer.
Besos.

Luisamiñana dijo...

Ten cuidado que la sombra de Quevedo es alargada...
La propia María Zayas en su prólogo a las novelas cita a algunas de las mujeres que en la historia de la literatura anterior a ella misma realizaron trabajos merecedores de ser conocidos, demostrando así que lo suyo no era nuevo, y que si las mujeres no eran conocidas en estas lides no era porque no supieran, sino porque no se les daba la oportunidad o se las ninguneaba. Bueno, eso hoy lo sabemos bien. Entonces creo que también, aunque reconocerlo hubiera supuesto trastocar todo el ordenamiento socio-político-religioso.
En fin, la obra de Zayas es una delicia, muy amena, además, y muy inteligente.
Besos pre-vacionales.

ybris dijo...

Vuelvo de mi viaje y me alegra encontrarme a esta antigua conocida que da nombre a una de las calles del barrio madrileño de Tetuán que he recorrido con frecuencia con la chavalada del colegio para evocar la historia del barrio.
Pero no había leído nada suyo. Así que me he descargado todo lo que he podido desde tu enlace para leérmelo en pequeñas dosis.
Gracias por tu información.

Muchos besos

Anónimo dijo...

Jope,Luisa. Cuánto nos enseñas. Me ha encantado tu post. De todas formas, si en en estos tiempos que corren las mujeres aún lo tenemos tan complicado, ¿qué no tendrían que sufrir mujeres especiales dotadas de un don para las letras como la que tu refieres en el post?

Luisamiñana dijo...

En mi barrio también hay una calle dedicada a ella. Aunque en mi barrio todas las calles están dedicadas a literatos, cineastas, algún pintor, y algún personaje de la literatura.

Espero que te lo pases bien con las novelas de M. Zayas. El enlace me parece que se queda (por error mío) en las páginas de introducción. Pero bueno buscando en Cervantes Virtual se encuentra la obra completa sin problemas.

Bienvenido, Ybris. Un beso.

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Pues imagínate, Lamia. Debían ser como perros verdes. Aunque por cosas que se van sabiendo, las mujeres (que podían, claro) no eran tan incultas como la historia "nos ha hecho creer". Muchas llevaban negocios o ayudaban a ello. Muchas sabían leer y escribir. Muchas hicieron política. Pero la mínima consideración social y la historia de cada momento se encargo, en vez de valorar su esfuerzo contra corriente, de negárselo por supuesto. Y ya se sabe que sólo existe lo que se cuenta.

Anónimo dijo...

;)

¡Besos!

Luisamiñana dijo...

Besos, guapo;)

Chalá perdía dijo...

Con estos descubrimientos que haces me estás dando una idea para adjudicarte una sección en ya sabes donde. Ya estoy hablando con el director.

Era genial la dona esta. Y en aquellos tiempos!!!.

Luisamiñana dijo...

¡Tú con tal de darme trabajo, no tienes idea buena, niña! Si no llego.... ¡ay! Bueno, por se tú.

Hubo unas cuantas como la María de Zayas. Quizás no con tanto renombre en su época, claro. Y hoy todas olvidadas, efectivamente. Pero poco a poco, me doy cuenta que la resignación femenina a lo largo de la historia no ha sido tanta. Lo que ha habido a todas luces es cercenamiento de su voluntad, de su inteligencia, de su capacidad. La mujer no despertó de pronto en el siglo XIX, como a veces dibujan algunos historiadores. Estuvo siempre despierta. Sólo necesito un sistema político que permitiera alzar un poco la voz.