viernes, 26 de octubre de 2007

Alfanhuí


Jardín seco. Fernando Zóbel. 1969. Óleo sobre lienzo. 80 x 80 cms. Museo de Arte Abstracto Español. Cuenca.



Estamos en casa arreglando y aumentado nuestras estanterías. Las habitaciones todas se han llenado de libros, que han bajado desde las paredes del estudio y se han tirado por encima de la mesa del salón, en el sofá, en el sillón, en las camas, por el suelo… Algunos ratos hay que escribir y trabajar en la cocina. Voy emigrando de una a otra habitación, abrazada al portátil, según la hora del día o de la noche.

Hay que aprovechar para hacer una reordenación libraria, que se impone ya por razones de espacio y eficacia. Escruto entre los montones de libros; los limpio, les quito el polvo, a algunos los miro un poco y los hojeo. Me encuentro con viejos amigos. Viejos amigos libros y viejos amigos míos. A algunos juntos en las mismas páginas.

Mi edición de “Alfanhuí” de Rafael Sánchez Ferlosio es ya antigua. Un libro de bolsillo de la colección Destinolibro, que vio la luz en 1977. A mi me lo regalaron en 1979, quizás, a decir de la fecha que en él estampé, con motivo de la fiesta de Reyes. No lo recuerdo exactamente. Pero recuerdo bien los ojos del amigo que me dijo: “Te va a gustar mucho, a ti te va a gustar mucho”. Tiene este libro una emotiva dedicatoria suya y otra de una también amiga mía, que entonces era su novia. El libro, efectivamente, siempre me ha gustado mucho. Tan diferente a la famosísima novela “El Jarama”, aunque con la misma honda sabiduría en el empleo del lenguaje. Y con la misma cartografía del desamparo. Ahora hacía bastante tiempo que no lo ojeaba.

Transcribo algunos de los títulos de los capítulos, para que se vea la exquisita y delicada imaginación de Ferlosio:

De un gallo de veleta que cazó unos lagartos y lo que con ellos hizo un niño

De cómo el niño fue a Guadalajara y se llamo Alfanhui y las cosas y personas que había en la casa de su maestro

De las cosas que había en el jardín de la luna donde casi todo era como plata

De un viento que entro una noche en el cuarto de Alfanhui y las visiones que este tuvo

De cómo volvió Alfanhui a casa de su madre la cual estaba limpiando lentejas

De cómo despejó una nieve la melancolía de Alfanhuí


Ferlosio dijo de su libro, que escribió en 1951, que era como “una historia castellana llena de mentiras verdaderas” (también dijo que lo había escrito un primo suyo). Yo diría que es un libro poético en el que se hace un relato imaginario y fantasioso con palabras que pertenecen a la realidad común. Una confluencia de géneros e intenciones, envuelta en papel de regalo. Aunque lo que Ferlosio cuenta no es bicoca, ni mucho menos. Porque aparecen rotundos rasgos de la dureza de la vida castellana en muchas de sus páginas. Y Alfanhuí es un niño solitario. Como lo fueron muchos de los niños de la posguerra española.


Siempre pensé que mi amigo era un poco como Alfanhuí. Como él se marchó un tiempo después a correr industrias y aventuras. Le gustaba África y ser alquimista. Le vi poco desde entonces. Y luego se fue… seguramente a la isla de los alcaravanes, bajo la niebla y el arco iris, como Alfanhuí. Pero hoy ha estado aquí.



9 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué de historias hay detrás de los libros, fuera incluso de la del propio libro. Una prueba de que los amigos no se van del todo.
Besos.

Anónimo dijo...

Me encanta cuando alguien cualquiera, alguien que quiere y puede, habla con cariño de las cosas que le apasionan.... eso es un valor agregado al libro: al hecho de leerlo y pasear los ojos por allí.

abrazos!!

Chalá perdía dijo...

Imagino tu casa desarmada y evocandote recuerdos...lo malo O lo bueno)es que hay que quitarles el polvo de vez en cuando...

Anónimo dijo...

Utilicé muchos años las andanzas de Alfanhuí para leerlas en clase y comentarlas con los chavales. Así que también tengo cariño a ese libro.
Siempre emocionan los libros que ocuparon alguna vez un puesto de honor en nuestras vidas.

Besos

Anónimo dijo...

Pues fíjate que me da envidia esa imagen tuya reorganizando libros y más libros...una casa sin sitio para tanto que leer y recordar con ellos. Me encanta manosarlos, buscar si subrayé algo en ellos...sí, que es un "pinfostio" pero que ¡pinfostio más majo!
PD No conozco este libro, pero como todos los que comentas, tiene buena pinta. Ah, me ha encantado esa imagen de la madre limpiando lentejas, jeje, que recuerdos...
PD' Que bonito permanecer en el recuerdo de un amigo gracias a un libro...
Besos, organizadora (luego te vienes por casa jajaja)

Eryx Bronte dijo...

Libros, es verdad que cuando se tiene muchos lo mejor es descansar en casa de los padres, si viven, en la casa del pueblo, si hay,y si no queda más remedio darselos a tu exmujer...besos.

Luisamiñana dijo...

No, Escalones, los amigos nunca se van realmente. Andan siempre dispuestos a acompañarnos, como sea.

Besos amigables, pues.

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¡HOla Malvisto, bienhallado!
Es verdad, los libros y los amigos son una pasión por mi parte. Está bien que se note. Es un detalle por tu parte subrayarlo. Un abrazo.

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¡Bueno, el polvo da la oportunidad de tocarlos y de reencontrarte con ellos! ¡Llevo dos días en medio del polvo, María Manuela, y no acabo! Me queda la poesía, la crítica literaria, el arte, y los cachivaches, pongos incluidos... Besos marujerillos.

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Ybris, cómo me alegro de coincidir tantas veces contigo entre los libros... Alfanhuí es una delicia. De lectura obligatoria para los chavales, creo. Aunque no sé, si hoy en día, esas historias les apasionaran demasiado. Lástima sería que no.

Besos ferlosianos pour toi, mon ami.

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A mi también me subyuga la imagen de la madre limpiando lentejas. A la mía la recuerdo bien, haciéndolo. Y a mi abuela. Y a mi misma, de ñaja.
¡Y sí, es un "pinsfonstio" de la hostia!", pa que te voy a decir otra cosa... Calorcillo de hogar, no sé yo... Cuando se pase, igual te digo que sí.
Mis amiguetes, eso sí, por ahí van saliendo, muchos, entre los libricos.
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Oye, Eryx, lo de la exmujer, planteado así, es un chollo... Se los largas a ella/el y vuelta a empezar... Una causa más de divorcios, ja, ja

Anónimo dijo...

Cuando leo este post me veo a mi misma con un problema similar. Resulta que yo vivo en un piso de 42 metros cuadrados, con unos muebles heredados de épocas mejores (o sea, para un piso bastante mayor), con un niño que crece (más juguetes, más libros, más ropa...) y todos los libros que voy atesorando a lo largo de los años.
A mi, que me gusta ordenar mis libros, que se vean los lomos, revisarlos de vez en cuanto, me toca a hora tenerlos amontonados en el cuarte de estar, el cuarto del peque, sobre la mesilla, en el baño (¡!), en fin... Sueño con una pequeña habitación para mis tesoros.

Luisamiñana dijo...

Yo sí tengo esa habitación, y me gustaría tenerlo todo bien ordenadito y fichado y esas cosas. No llegaré nunca a tanto. Aunque creo inevitable seguir acumulando libros. Y tampoco soy capaz de desprenderme de los antiguos. De algunos técnicos y ya obsoletos, he aprendido a hacerlo. Pero en general, crecen, crecen, ¡y me gusta, ja, ja,ja!

Besos, reina.