martes, 23 de octubre de 2007

Todos los niños son especiales



El contador de Lamima sigue en marcha. Llevamos bastante más de un mes esperando las adaptaciones de mobiliario precisas para Ainhoa. Hay que explicar que estas adaptaciones constituyen un elemento esencial de la tipología de la plaza escolar de integración que ocupa Ainhoa en su colegio. Ella precisa estas modificaciones en los muebles debido a su acondroplasia. Las necesita no sólo porque sea bajita y no llegue bien a la mesa de tamaño “normalizado”. Sino porque es preciso que se siente adecuadamente para que su esqueleto y su musculatura no sufran más problemas de los que ya le puede producir la acondroplasia (¿es así, no, Mima?). Por eso todo habría debido de estar previsto de antemano. La familia de Ainhoa lo había previsto. El colegio y los responsables del sistema educativo, no.

Estas son las insuficientes coordenadas con que se anda aplicando el concepto de integración educativa. Sé que en otros ámbitos de la integración (como el de la población inmigrante) también hay muchos problemas, sobre todo de distribución de los alumnos entre colegios públicos y privados. Esta incapacidad para resolver los problemas que plantea la integración, es lo que seguramente lleva a la existencia de una educación especial en centros separados. Es más fácil, más cómodo, y menos caro tener núcleos específicos de educación especial.

Sin embargo, yo siempre he pensando que para los alumnos con características especiales – y me refiero ahora exactamente a los alumnos con discapacidad física o mental- lo mejor sería su escolarización dentro de los centros “generales”. Es un tema muy complicado. Los alumnos que reciben su educación en los colegios especiales no podrían, evidentemente, seguir el ritmo de una clase habitual. Pero quizás tampoco sería tan descabellado la existencia de aulas para alumnos con discapacidad dentro los centros “generales” . Su ubicación en ellos permitiría, por lo menos, el contacto habitual entre los niños con discapacidad y los que no la tienen. Daría lugar a que todos desarrollaran algunas actuaciones de forma conjunta. A veces no se valora suficientemente lo importante que es para los chavales con problemas la estimulación de los otros niños. Además esa “coeducación” sería, naturalmente, lo que mejor ayudaría a la confluencia de las actividades sociales en general con las condiciones de la vida en discapacidad. Lo que mejor ayudaría a entender los problemas de la gente con diversidad funcional. Sentaría las bases de una real convivencia en todos los ámbitos sociales. Para entender hay que conocer.

Quiero ser realista, no obstante. Sé que lo que digo, hoy por hoy, es una absoluta utopía, por lo menos en este país. Así que por lo menos habrá que pedir una buena y suficiente educación especial según ahora se concibe, lo cual no siempre sucede.

Alguna vez he incidido en el hecho de que el colegio de educación especial al que asiste Daniel, - aunque lógicamente tiene cosas mejorables -, ofrece una atención muy estimable a los críos. Llegar hasta él no fue fácil. No es el primer colegio al que asiste. Ni la escolarización de Daniel fue un camino de rosas.

Cuando se planteó el momento de escolarizarle, fuimos a ver un colegio público, el “Alborada”, que le habían recomendado con gran énfasis a Inma, su madre. Nos gustó mucho lo que observamos, lo que nos contaron, e incluso el lugar donde está el centro, en el mismo barrio donde vivían por entonces Daniel y sus padres. Hoy en día, en Zaragoza, hay sólo cuatro colegios públicos de educación especial. No son muchos, en absoluto. Pero entonces eran solamente dos, el citado y el “Rincón de Goya”, donde también hacen una labor estupenda.

Los adultos más cercanos a Daniel, entre ellos evidentemente en primer lugar sus padres, pensábamos que con las referencias que teníamos de las características de los diversos centros dedicados a la educación especial en la ciudad y poblaciones próximas, tanto privados como concertados o públicos, la mejor opción era la de la enseñanza pública. Pero no pudo ser. No había suficientes plazas en los dos únicos colegios públicos existentes.

El primer año de su vida escolar, Daniel fue a un centro dependiente de una institución privada, que cuenta con subvenciones públicas. No diré su nombre. Si hubiéramos estado contentos con las condiciones generales de atención y funcionamiento, lo diría. No se dio el caso. Y fue muy frustrante. Porque habíamos luchado mucho toda la primavera para conseguir una plaza en la educación pública: instancias, recursos, prensa, entrevistas con los responsables… En fin, un calvario que no obtuvo el resultado apetecido. Para más desesperación, a lo largo del curso no encontramos avances reseñables en Daniel. Y nos empezábamos a dar cuenta de que el niño no iba contento. Se produjo alguna experiencia no muy agradable. Hubo rumores de otros problemas, que no voy a contar. Y todo ello colmó el vaso de nuestra paciencia. De nuevo a luchar.

Pedimos el cambio de colegio. Creo recordar que ya fuera de plazo de matrícula, incluso. Afortunadamente, supongo que ante la demanda de plazas también por parte de otras familias para la enseñanza especial pública, la administración se dio entonces cuenta de que era muy insuficiente el número de colegios públicos existentes. Nosotros habíamos vuelto además con nuestras peticiones, recursos, entrevistas con responsables, lo que hiciera falta.

Ese mismo verano se proyectó y puso en marcha un nuevo colegio, aprovechando un coqueto edificio que había albergado los cursos infantiles de otro centro educativo. Entre los admitidos en el hoy llamado “Ángel Riviere”, estuvo, afortunadamente, Daniel. Respiramos. Cuando comenzó el curso, respiramos más. Los cambios que percibimos a muchos niveles (organización, actividades desarrolladas, personal docente, etc) fueron considerables. Seguimos hoy en día en el mismo colegio. Hay cosas, ya he dicho, mejorables. Hemos tenido algún que otro problema, que ya contaré. Pero en conjunto, yo me atrevo a decir que el balance de estos años es muy positivo.

Además, este mismo curso se ha puesto en marcha un nuevo colegio público de educación especial en Zaragoza, el “Goya II”, con lo que ya son cuatro los centros públicos de educación especial existentes en la ciudad. Hay que tener en cuenta que los dos últimos colegios se han habilitado en cuatro años. Pasaron muchos más durante los cuales sólo hubo DOS en una ciudad de casi setecientos mil habitantes. Esos dos centros atendían además a chicos de la provincia, como sigue sucediendo.

No estoy diciendo con todo lo anterior que todos los centros privados o concertados de educación especial estén peor cualificados y calificados que los públicos. Hablo de una experiencia concreta. Aunque mi convicción es, sin duda, que este tipo de enseñanza y de atención se desarrolla mejor desde las instancias públicas, que además están especialmente obligadas a ellas. Por una clara razón: no hay rentabilidad inmediata capaz de afrontar con garantías éticas suficientes el esfuerzo que requiere la atención y el desarrollo de los niños con discapacidad. Un esfuerzo que es obligatorio para la sociedad, que es un deber de la sociedad en su conjunto, como lo es el de la educación de todos sus componentes. Ni más ni menos. Una educación que, repito, yo creo debería ser mucho más integradora.


* La imagen viene desde el blog "Divulgación del Programa de Educación Especial"

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Luisa, que valiosa esta reflexión.
En primer lugar te agradezco la referencia tan exacta a las necesidades de mi hija. Efectivamente, la adaptación de la silla no es solo un problema de estatura (que lo es): sentarse de forma correcta es imprescindible para cualquier persona, en el caso de alguien con un "esqueleto diferente" todavía más. De la misma forma que cualquiera puede entender la importancia de conceder a cada uno la autonomía de que es capaz sin mas ayudas que las imprescindibles. Sigo batallando, ya os contaré.
Estoy absolutamente de acuerdo contigo en la importancia que tiene la integración en el colegio y en lo magnífico que sería poder escolarizar a los niños discapacitados cerca de los que no lo son. ¿Es una utopía?, bueno si, es una cuestión de dinero supongo. Pero estoy segura de que hay gente capacitada para ello..el sistema debería primar a quienes estuviesen dispuestos a asumir ese reto y volcar sus recursos en algo tan importante (se lo ahorraría después en reclamaciones, psicólogos...)
El contacto entre niños con capacidades diferentes es casi una asignatura de vida. Debería ser imprescindible...me emociona pensar que algo así se pudiese hacer, imagina la de cosas que aprenderían unos de otros. (¿Sabes? yo creo que mi Daniel, en la convivencia con su hermana, va a saber mucho por sí mismo acerca de la importancia del respeto a lo diferente..hace tiempo que observo que su escala de valores hacia ciertas cosas va cambiando. Y me gusta.)
En cuanto a los colegios de educación especial...que surjan problemas a esos niveles ya lo entiendo menos. Mejor dicho, me parece muchísimo más grave. ¡Por favor!, con que cara se mira al espejo una sociedad que permite segun que cosas...
No está de mas que nos cuentes estas experiencias... Que no nos enteramos de casi nada, solo de lo que nos viene cerca. Y así no puede ser, no.
Un beso prenda. Es un placer pensar contigo.

Anónimo dijo...

Y perdón por el rollazo...:( pero es que me ha encantado el post. :)

Anónimo dijo...

Impecable!!!
Y el comentario de la Mima, pues eso, que se puede añadir. Todito lo ha dicho ella y muy bien.

Yo sólo añadir que somos unos berzas aquí, el otro día la gente se enfadó con una mujer que subió al bus con un carrito de niño. Yo me quede asombrada de la falta de educación. La chica se fue con lagrimas en los ojos.

Esto en países como en Noruega es impensable, como impensable es que se utilice tanto a los niños en la publicidad. Aquí no hay respeto a los chaveles, ninguna consideración. Todo molesta, todo se deja para el siguiente que venga.
Es un país modernamente cutre en ese aspecto.
ufffffff,que alivio soltar este rollo.


Marta

Luisamiñana dijo...

Mima, de rollo nada de nada. Yo he sido muy extensa también. Pero hay que explicar bien las cosas.

En cuanto a la escala de valores de los niños que conviven con otros con problemas, creo que es evidente que se transforman. Como de alguna manera nos sucede a los adultos. Mis posiciones éticas e ideológicas existían ya fijadas cuando llegó nuestro Daniel. Pero nunca repetiré suficientemente que por dentro algo ha ido transformándose indudablemente, de una manera muy profunda. Y creo que para mejor. Desde luego, algo que siempre he dicho, he aprendido a saber, de verdad, que hay muchas, muchas realidades paralelas. Y que merece la pena que confluyan.

En cuanto a la educación integrada, habría que luchar mucho por ella. Pero ese movimiento debería existir, sí.

Besos para ti, para toda la familia. Sois fantásticos, de verdad.

Luisamiñana dijo...

Somos muy intolerantes por aquí, Marta. Somos a menudo muy incapaces de entender las necesidades del de en frente o de al lado. Y respecto a la discapacidad todavía queda mucho por hacer, incluso entre la gente que convive con personas con discapacidad. Si eres capaz de encontrar un post del viejo glob, que se titulada algo así como "Estamos bien, gracias", entenderás seguramente de lo que hablo. CAsi menos que la discriminación soporto la lástima, o la autocompasión.

Besos a puñados, guapa.

Chalá perdía dijo...

Perfecto, delicado, exhaustivo y realista análisis del estado de las cosas. Lo público, siempre. Es la única opción que es la de todos.
Un besazo, es que hablas ¡y hablas!, guapa.

Luisamiñana dijo...

Tú sabes bien que así es, María Manuela. Esta labor es una labor de las instancias públicas, siempre. Yo soy una acérrima defensora de la enseñanza pública, a todos los niveles; pero en este caso, más si cabe. Y por muchas razones: éticas, presupuestarias, de control de actividad y de dinero, etc, etc. Y sobre todo porque es una cuestión de respeto a estos colectivos por parte de todos los demás. Como diría Kenzaburo Oé, una sociedad que no respeta y dignifica a sus discapacitados, no es tampoco digna de sí.

Besos, besos

P.D. Donde discapacitados, puede leerse cualquier colectivo socialmente débil.

ybris dijo...

Paso, leo y me admiro de la ignorancia en que la comodidad sume a los que se dedican a hacer planes de integración.
Sólo con que hablasen con quienes sabéis tanto de esto las cosas podrían mejorar mucho.
Y sólo con que hicieseis pensar a los responsables como me hacéis pensar a mí sería un prometedor comienzo.
Todo mi apoyo y mi cariño para ti y Daniel (y para Esther y Lamima, claro).

Besos

Luisamiñana dijo...

Un poco más de diálogo y de intercambio de conocimiento sí que sería deseable, sí, Ybris. Cuando tuvimos que pelear por el colegio para Daniel, me sorprendí absolutamente al darme cuenta de que en algunas instancias administrativas no sabían ni cuántos colegios de educación especial había en Zaragoza.

Cuando se ha planteado la ley de la dependencia, tal y como está pensada y desarrollada, se ha ido a cubrir especialmente las necesidades de atención que generan las personas mayores. Me parece estupendo, claro. Aunque algunos términos son, creo, no muy racionales y bastante demagógicos: díficiles de cumplir, creo, sin agobios. Y por otro lado se han obviado una serie de cuestiones sobre la atención e integración de discapacitados desde la infancia en adelante, que a mi personalmente me parecen esenciales para que esa ley de dependencia sea realmente el cuatro pilar del estado del bienestar. Supongo que habrá habido que negociar, claro. Porque me consta que han intervenido colectivos como CERMI. Aunque CERMI me parece demasiado institucional. En fin, no digo que la ley no sea valiosa, que lo es. Sobre todo porque no había nada de nada. Pero quedan muchos flecos que tendrán que ser reglamentados, si no queremos cojear.

Perdón por el rollo. Besos, besos.