El otro día LaMima recogía la llegada al Senado del texto del Proyecto de ley Por la que se establece el régimen de infracciones y sanciones en materia de igualdad de oportunidades, no discriminación y accesibilidad universal de las
personas con discapacidad.
Algunos de los comentarios, incluido el mío propio, y también LaMima en su texto, incidíamos en lo triste que resulta la necesidad de una ley como ésta. Inde, certeramente lúcida y analítica como suele, abogaba directamente por su existencia y creo que su planteamiento general es el adecuado. Yo, no es que no crea que no deba existir una ley por la que la Administración pueda ejercer sanciones sobre las conductas infractoras o agraviantes hacia los discapacitados. Simplemente me duele que tenga que existir. Aunque, como Inde, ni de lejos puedo creer en el mito de la bondad intrínseca de la naturaleza humana. Ya me gustaría.
Decía MariSancho en su comentario: “A mí, que haya una ley sobre este tema me parece un avance notable: la normativa legal de un país reconoce que es un delito vulnerar los derechos de las personas discapacitadas, de una forma específica. Y eso también es educativo, no lo olvidemos: ha de saberse que eso no puede hacerse, hasta tal punto de que si se hace la ley castiga”. Y sí, creo que tiene razón.
Luego he podido leer el texto íntegro del Proyecto de Ley, y me parece un buen texto, porque establece el marco general sobre el que actuarán en sus competencias las Comunidades Autónomas y tipifica para todo el Estado las faltas e infracciones que en cualquier caso deberán ser objeto de sanción en cualquier parte del territorio nacional. Como apuntaba Inde, es un avance notable y hay que felicitarse por él. Aunque supongo que tendrá que ser desarrollada por los correspondientes reglamentos autonómicos, y ahí será donde se vea todo lo que puede dar de sí. En cualquier caso, su existencia siempre será ya una inicial garantía.
Coincido con Inde en que las leyes también educan. Y espero que ésta sirva para ello, que no se suma en la indiferencia y el desconocimiento. Aunque como es sabido ello no es un eximente para su cumplimiento, muchos ciudadanos parecen creerlo así y como tal se comportan alegremente y de forma habitual con las normas que ya existen en cuanto, por ejemplo, a la accesibilidad y la supresión de barreras arquitectónicas.
Quiero contar una anécdota un tanto chusca a este respecto. Hace unos cuantos días Inma y Daniel habían aparcado en una calle zaragozana. Habían hecho ya el recado que los había llevado hasta esa zona del centro. Cuando Inma terminó de colocar a Daniel dentro del vehículo y subió la rampa trasera de acceso y cerró el portón de su monovolumen, detrás de éste “no había nada”. En el intervalo en que a ella le costó subir a su sitio de conductora, ponerse el cinturón, revisar la posición de Daniel y encender la radio, una moto aparcó en ese sitio que quedaba por detrás del vehículo hasta la esquina de la acera. Inma no se percató y echó marcha atrás, rozando levemente el ciclomotor. La motorista al parecer pusó el grito en el cielo porque le había hecho una raya, que a decir de Inma era levísima. En fin, exigió papeles de seguro y todo el monario. E Inma, entre la sorpresa, los nervios y una cierta indignación no dio en advertirle a esta muchacha que, bien, que le habría dado un empujón a la moto, pero que esa moto NO DEBERÍA DE HABER ESTADO ALLÍ, DETRÁS DE UN VEHICULO CON IDENTIFICACIÓN DE LLEVAR A UNA PERSONA DISCAPACITADA, Y CON RAMPA TRASERA. Cuando se observa un vehículo con identificación de estar adaptado para persona discapacitada y con rampa trasera, hay que dejar lógicamente un espacio para poder manipular la rampa. El asunto es que en el caso que cuento el aparcamiento era de uso general, no de los reservados para vehículos de discapacitados. ¿Y, a ver, quién le tenía que haber explicado a esa señorita que no debería aparcar ahí? ¿Dónde está la información? Se hacen habitualmente campañas de publicidad sobre la prohibición de fumar, las prohibiciones de conductas peligrosas en la conducción, la concienciación contra la violencia de género, etc. Y me parece estupendo, claro, faltaría más. Pero ¡qué pocas veces leo, escucho o veo campañas sobre la necesidad de observar la normativa existente para evitar la discriminación en la discapacidad o para promover las conductas integradoras!
personas con discapacidad.
Algunos de los comentarios, incluido el mío propio, y también LaMima en su texto, incidíamos en lo triste que resulta la necesidad de una ley como ésta. Inde, certeramente lúcida y analítica como suele, abogaba directamente por su existencia y creo que su planteamiento general es el adecuado. Yo, no es que no crea que no deba existir una ley por la que la Administración pueda ejercer sanciones sobre las conductas infractoras o agraviantes hacia los discapacitados. Simplemente me duele que tenga que existir. Aunque, como Inde, ni de lejos puedo creer en el mito de la bondad intrínseca de la naturaleza humana. Ya me gustaría.
Decía MariSancho en su comentario: “A mí, que haya una ley sobre este tema me parece un avance notable: la normativa legal de un país reconoce que es un delito vulnerar los derechos de las personas discapacitadas, de una forma específica. Y eso también es educativo, no lo olvidemos: ha de saberse que eso no puede hacerse, hasta tal punto de que si se hace la ley castiga”. Y sí, creo que tiene razón.
Luego he podido leer el texto íntegro del Proyecto de Ley, y me parece un buen texto, porque establece el marco general sobre el que actuarán en sus competencias las Comunidades Autónomas y tipifica para todo el Estado las faltas e infracciones que en cualquier caso deberán ser objeto de sanción en cualquier parte del territorio nacional. Como apuntaba Inde, es un avance notable y hay que felicitarse por él. Aunque supongo que tendrá que ser desarrollada por los correspondientes reglamentos autonómicos, y ahí será donde se vea todo lo que puede dar de sí. En cualquier caso, su existencia siempre será ya una inicial garantía.
Coincido con Inde en que las leyes también educan. Y espero que ésta sirva para ello, que no se suma en la indiferencia y el desconocimiento. Aunque como es sabido ello no es un eximente para su cumplimiento, muchos ciudadanos parecen creerlo así y como tal se comportan alegremente y de forma habitual con las normas que ya existen en cuanto, por ejemplo, a la accesibilidad y la supresión de barreras arquitectónicas.
Quiero contar una anécdota un tanto chusca a este respecto. Hace unos cuantos días Inma y Daniel habían aparcado en una calle zaragozana. Habían hecho ya el recado que los había llevado hasta esa zona del centro. Cuando Inma terminó de colocar a Daniel dentro del vehículo y subió la rampa trasera de acceso y cerró el portón de su monovolumen, detrás de éste “no había nada”. En el intervalo en que a ella le costó subir a su sitio de conductora, ponerse el cinturón, revisar la posición de Daniel y encender la radio, una moto aparcó en ese sitio que quedaba por detrás del vehículo hasta la esquina de la acera. Inma no se percató y echó marcha atrás, rozando levemente el ciclomotor. La motorista al parecer pusó el grito en el cielo porque le había hecho una raya, que a decir de Inma era levísima. En fin, exigió papeles de seguro y todo el monario. E Inma, entre la sorpresa, los nervios y una cierta indignación no dio en advertirle a esta muchacha que, bien, que le habría dado un empujón a la moto, pero que esa moto NO DEBERÍA DE HABER ESTADO ALLÍ, DETRÁS DE UN VEHICULO CON IDENTIFICACIÓN DE LLEVAR A UNA PERSONA DISCAPACITADA, Y CON RAMPA TRASERA. Cuando se observa un vehículo con identificación de estar adaptado para persona discapacitada y con rampa trasera, hay que dejar lógicamente un espacio para poder manipular la rampa. El asunto es que en el caso que cuento el aparcamiento era de uso general, no de los reservados para vehículos de discapacitados. ¿Y, a ver, quién le tenía que haber explicado a esa señorita que no debería aparcar ahí? ¿Dónde está la información? Se hacen habitualmente campañas de publicidad sobre la prohibición de fumar, las prohibiciones de conductas peligrosas en la conducción, la concienciación contra la violencia de género, etc. Y me parece estupendo, claro, faltaría más. Pero ¡qué pocas veces leo, escucho o veo campañas sobre la necesidad de observar la normativa existente para evitar la discriminación en la discapacidad o para promover las conductas integradoras!
La ley educa, sí, pero creo que sólo lo puede hacer si se conoce y se comprende, por mucho que su desconocimiento no exima de su cumplimiento. Que nadie pueda escudar a su conciencia tras la ignorancia, por favor.
4 comentarios:
Tienes muchísima razón Luisa, falta demasiada información, demasiada. Probablemente las leyes tengan también esa función, si, pero me sigue desmoralizando pensar que necesitamos ver las orejas al lobo para hacer lo correcto. No obstante me anima pensar que ese texto tiene buena pinta: solo falta ponerlo en marcha y dotar los medios suficientes (como siempre) para que su cumpliento de frutos.
Eso sí, estoy profundamente "colorá"; yo hubiese cometido el mismo error que esa motorista. Lo reconozco.
Algo más que una ley hace falta, si.
La información es necesaria.
Fundamentalmente para quienes viven al margen de ciertas preocupaciones.
Es cuestión de que las necesidades de los demás pasen a formar parte de nuestra visión de la vida.
A ver si ese proyecto de ley llega a buen puerto.
Besos
Completamente de acuerdo, no parecen tener prisa en informar, cuando eso es sencillamente indispensable.
Podría tener la misma prisa que la que tienen cuando hay que cobrar impuestos. La misma información, la misma obligación.
Podrían pero..
Un beso
Es que legislar está muy bien. Y es fundamental, porque si no, no hay nada a lo que acogerse. Pero con legislar sólo no basta. La labor de las instituciones y de otras entidades sociales debería ir acompañada siempre de una buena información. No es posible exigir responsabilidad sin que haya un conocimiento de las situaciones que no tienen por qué ser sabidas por las personas no implicadas directamente.
Si es tan razonable, tan evidente, tan básico, ¿por que no se hace? No sé si por desidia, o también por que así no se crea el estado de opinión que llevaría a tener que poner en práctica una serie de medidas que a menudo cuestan dinero. Supongo que un poco de todo. En fin.
Besos para todos,besos.
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