jueves, 12 de junio de 2008

Siglo XXI

Tengo en mis manos un libro titulado "Conceptos para pensar el siglo XXI", coordinado por Andrés García Inda y Carmen Marcuello Servós y publicado por Los libros de la Catarata (2008). No he hecho más que empezar a leerlo, así que no sé exactamente cuál será el grado de acuerdo que tendré con su contenido, pero me encuentro de entrada con un primer capítulo, firmado por el propio García Inda y titulado "Los derechos de Robinson", en el que se toca el tema de la responsabilidad, un concepto que desde hace tiempo me ha preocupado. No son proposiciones novedosas, pero sí formuladas con claridad.

Transcribo unos párrafos:

"De todos modos, no corren buenos tiempos para la responsabilidad: la responsabilidad no es hoy día un valor en alza. Más bien todo lo contrario. Y de ahí que nuestra cultura de los derechos sea una cultura delegante, estatalista, individualista y "robinsoniana" de los derechos. Son derechos sin responsabilidad. Y es que en un mundo burocratizado y tecnocrático, la responsabilidad se difumina y se delega: desaparece. En lugar de ese "Todos somos responsables de todo y de todos", de Dostoievski, lo que impera es el "cada cual que se busque la vida", o el "a mi que me registren". Algunos sociólogos -como Zygmunt Bauman- han señalado algunas formas específicas a través de las cuáles la responsabilidad moral qu eestá en el fundamento de nuestra vida social se difumina, se anula y desaparece. Y en el origen de esa difuminación está hechos que luego nos parecen monstruosos.

Por un lado la responsabilidad moral se anula o se debilita con la distancia. Por eso, la producción social de la distancia contribuye a difuminar la responsabilidad. Esa distancia no es sólo fisica- aunque también- sino sobre todo social: tendemos a des-responsabilizar-nos de aquello que no nos incumbe porque está lejos de nosotros. Por ejemplo, la guerra de Irak ...

Una segunda forma de difuminar la responsabilidad moral consiste en sustituirla por la responsabilidad técnica. La responsabilidad técnica, en primer lugar, lo que hace es fragmentar la responsabilidad en la toma de decisiones: no es un individuo quien decide; el individuo forma parte de una cadena y su decisión parece irrelevante en el contexto de esa cadena de decisiones. En segundo lugar, lo que hace la responsabilidad técnica es ocultar el significado moral de nuestras acciones, como si por el hecho de ser decisiones técnicas no tuvieran un importante significado moral...


Finalmente, una tercera forma de fomentar la indiferencia ante la situación de los otros está en lo que ha dado en llamarse las tecnologías de segregación y separación. Es lo que antes hemos llamado la "proyección del monstruo". Basta con promover una estricta separación entre "nosotros" y los "otros" y con comenzar a dar razones que justifiquen esa diferencia, para que nuestra indiferencia moral ante lo que les pase a los demás esté absolutamente legitimada: porque son débiles, porque son diferentes, porque no se saben defender, porque son malos..." (pp. 21-23)

No me gustan mucho las valoraciones morales, sin embargo. Así que deberé sentirme completamente aludida, quizás, por la situación descrita.

Además,

no sé muy bien por qué leía este párrafo con las imágenes de "Hijo de hombre" de Alfonso Cuarón en la cabeza. No sé si tiene qué ver o no. Pero tal y como se ha producido la asociación la cuelgo:



5 comentarios:

Isabel Barceló Chico dijo...

La tendencia a desresponsabilizarse de las decisiones(y no me refiero a esa vertiente moral de la que habla el autor, sino a pequeñas decisiones cotidianas en la gestión de lo público) es muy intensa y yo la vivo día a día. Nadie con un cargo alto se siente aludido cuando surge un problema y, claro, llega un momento que los que están más abajo consideran que si el de arriba "pasa", no hay motivo para que los demás hayan de hacer su trabajo. Sobre todo porque quien actúa responsablemente en ese contexto, se lleva tortazos por un tubo. Hay, además, una costumbre instalada aquí enh Valencia (no puedo decir si en otros lugares) que consiste en presionar al técnico sobre lo que tiene que informar y luego, cuando llegan las críticas, escudarse en él: "Esto se ha hecho porque ásí lo dicen los técnicos".
Yo sí percibo una falta de responsabilidad bastante generalizada, y ahora sí me refiero al conjunto de la población para el conjunto de los problemas. Y urge, desde luego, tomar conciencia y corregirlo a la mayor velocidad, porque somos ya pasto de los abusadores y explotadores que ahora vienen disfrazados de suministradores de bienes de consumo, y tienen en nosotros unas presas facilísimas.
A mí me asombra con qué silencio, por parte de los trabajadores, se ha acogido la noticia de esa propuesta en la Comunidad Europea de aumentar el tiempo de trabajo a 60 horas semanales e implantar, ademas, la negociación individual de los trabajadores con los empleadores. ¡Sin comentarios!
Saludos cordiales.

Anónimo dijo...

Bueno, yo creo que sí que estaría bien que el valor de la responsabilidad se "valorara" (valga la redundancia) un poco más en estos tiempos... no sólo entre los cargos políticos; por citar algunos ejemplos de políticos que eluden responsabilidades, tenemos a Bush y Aznar con su responsabilidad por la G. de Irak, o bien tenemos a Sarkozy con esas personas que, aunque son hijos de extranjeros, son tan franceses como cualquier "Pierre" o "François" de turno, y sin embargo están marginados porque la sociedad francesas se niega a aceptarlos entre ellos ahora que no los necesita para trabajar... este sería un buen ejemplo de alguien que elude su responsabilidad: se supone que el Gobierno francés es responsable de esta situación,pero aquí se suelen escudar tras la típica frase que usan todos los políticos cuando se trata de eludir responsabilidades: "el problema ya venía de antes", es decir, si otros no se preocuparon de arreglarlo, ya no es cosa mía.
Y en cuanto a la responsabilidad de la sociedad o del individuo, creo que también sería necesario reavivarla un poco... estoy con Isabel Romana en que parte de la responsabilidad de lo que les pasa a los ciudadanos la tienen ellos mismos. El ejemplo que da Isabel es uno de ellos: ¿Cuántas veces pasa que al grueso de la población le da igual ocho que ochenta? Creo que defender tus derechos no es sólo un derecho, también es una responsabilidad, no sólo contigo mismo sino con todos los que compartan tu situación, pues su suerte también depende, como la tuya, de lo que pase con esos derechos.
En ese sentido, al menos, sí estoy de acuerdo con el texto... haría falta un poco más de responsabilidad en algunos casos.
Besos.
Rosa.

39escalones dijo...

Very interesting... En el mundo de hoy las palabras van vaciándose poco a poco de contenido. ¿A cuántos políticos hemos oído decir "asumo mis responsabilidades" pero a la mañana siguiente han ido a su despacho como si tal cosa en vez de quedarse en casa? Hoy en día sólo una palabra cobra cada vez más dimensión: indiferencia.
Caramba, por vez primera mi comentario es el más corto de todos...
Besos

Magda Díaz Morales dijo...

Yo creo que sí, Luisa, desafortunadamente estamos alrededor de eso que dice el libro: "lo que impera es el cada cual que se busque la vida", y lo vemos constantemente y en todos lados. Y para mi lo más terrible de esto es que cada día crece esta manera de vivir ante el mundo.

Un caso de dar enojo, coraje, impotencia, y muchas cosas más, es el que tuvimos con un presidente anterior que ante un problema social bastante fuerte que se le exigía participar, dijo: "¿Y yo por qué?"

Pero esto está a todo nivel, no solo el político, y es muy preocupante.

Luisamiñana dijo...

Es evidente la dejación existente en el ejercicio de nuestras responsabilidades. Tal dejación se ejerce desde el ámbito familiar al social, y en determinados individuos en el político, en el judicial incluso. Y también a nivel reflexivo, respecto a cada uno de nosotros mismos. Yo creo que existe incluso un insano temor a asumir las consecuencias de nuestros actos.
Vivimos en una sociedad tremendamente atomizada, en medio de la absoluta globalización. Y esto no es contradictorio. El conocimiento laminar y superficial implica muchas veces una inexistencia de metodología, lo que acaba por traer una falta de información sobre muchos fenómenos. Una información sólida. La ignorancia no puede ser responsable. Y el conocimiento a medias o superficial sólo crea actitudes cómodas, temerosas, o indiferentes, según sea nuestra disposición o posición respecto al hecho. Y sólo dentro de la multitud somos capaces de asumir alguna responsabilidad, porque el grado de implicación será ahí siempre razonablemente limitado.