jueves, 16 de octubre de 2008

Memorias para la historia

Hay quien asegura que el concepto de “memoria histórica” es erróneo. He leído argumentaciones realmente complejas sobre ello, revestidas de gran aparato reflexivo. Pero desde mi punto de vista no son sino eso: elaboraciones intelectuales enfrentadas a un hecho incontestable, el de la necesidad de devolver a la historia a aquellos que fueron expulsados de ella. Hay quien asegura que cuando “un país se escinde, la memoria compartida sólo puede construirse sobre la decisión de echar al olvido el pasado: ése es el sentido de la amnistía general, como Indalecio Prieto y José María Gil-Robles lo comprendieron ya desde los primeros años de la posguerra”. (Santos Juliá, El País, 31 de diciembre de 2006). Y yo podría estar de acuerdo en esa confluencia de olvidos, si tanto unos como otros partieran del mismo punto. Pero, desgraciadamente, nunca fue así. Y para que exista el olvido debe partirse de una previa consciencia, que en lo que respecta al destino de muchos de los hombres y mujeres que sufrieron las consecuencias de la guerra civil y la dictadura franquista posterior fue, hasta hace muy poco, secreta y perseguida. Creo que una de las mejores frases que han contado nunca lo ocurrido en este país es el final de la obra de teatro de Fernando Fernán Gómez, “Las bicicletas son para el verano”, cuando en el diálogo entre dos de los personajes de esta obra coral, padre e hijo, éste le dice al primero que por fin ha llegado la paz; y aquel le replica que no, que lo que ha llegado es la victoria. Y en esa victoria de unos sobre otros vivió este país los siguientes más de cuarenta años.

La reconciliación colectiva pide primero reconocimiento íntimo de uno mismo con su pasado. Pero ese reconocimiento privado necesita de los subsiguientes signos externos sociales, pues estamos hablando de las consecuencias de acciones ejercidas en nombre de un modelo de estado, de sociedad. Como parte de estos signos pueden entenderse las sucesivas leyes que han establecido amnistías, derechos asistenciales o de pensiones a las víctimas del bando republicano durante la Guerra Civil o a los represaliados por la dictadura. En este sentido la Ley por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura, más conocida como Ley de la Memoria Histórica, creo que no hace sino culminar y ofrecer algunas medidas necesarias para cerrar el proceso.

Entre los temas incorporados en la ley está la posibilidad de apertura de fosas comunes y exhumación de los restos de las víctimas de los sublevados en la Guerra Civil, que antes han realizado sólo entidades privadas. Este es sin duda el punto que ha suscitado mayor nivel de polémica, pues la apertura de fosas implica inevitablemente un viaje en el tiempo, un regreso al dolor. Un riesgo, por tanto. Y, sin embargo, yo entiendo que ese viaje no es sino una exteriorización del dolor sometido al silencio de largos años. Y que una sociedad democráticamente madura, como presume de ser ya la española, no tendría que tener problemas en dejar a quienes así lo deseen libremente exponer su dolor en público, realizar su duelo colectivo, y proceder a enterrar definitivamente el pasado.

Sí, hay quienes argumentan que desde un punto de vista técnico, incluso psicológico o filosófico, el concepto de “memoria histórica” no aporta nada. He leído formulaciones francamente torticeras al respecto, acerca, por ejemplo, de la historia como lugar común de símbolos o celebraciones, sin más valor. Algunas de estas argumentaciones suenan intelectualmente chapuceras en una época en que la historia como ciencia dispone de más tecnología que nunca a su servicio y puede verificar el pasado con una confianza y dignidad como nunca se ha podido hacer anteriormente. En este sentido, pocas tareas me parecen más respetables para los historiadores que la de ayudar a cada memoria individual a entrar con pleno derecho en la historia colectiva, a conformar la historia de un país lo más aproximadamente posible que se pueda a los presentes que se han sucedido y nos han hecho ser como somos. Puesto que si alguna cosa debe ser la historia es, desde luego, conocimiento y reconocimiento. Y si en algo debería ser útil a los pueblos es siempre a ayudarles a asumirse colectivamente y a construir ciudadanos dignos unos de otros.



(este artículo está incluido en un libro que sobre la memoria histórica en la zona de Uncastillo está preparando Jesús Malón y que será presentado próximamente)

9 comentarios:

ybris dijo...

Mucha razón tienes.
Hubo más victoria que paz.
Y no sólo se fue y se es injusto con las personas.
Es necesario reencontrar la verdad histórica.
Un beso.

39escalones dijo...

Pues el libro tiene una pinta extraordinaria.
En el fondo la idea que late tras todo esto es la diferencia de criterio en cuanto al nivel de democracia que queremos tener, la precaria, la democracia sobre el papel, la mera formalidad surgida de la Transición o una democracia mayor de edad capaz de mirarse el ombligo y de purificarse por la asunción de su dolor. Como escribió Esquilo, "por el dolor a la sabiduría".
Y curiosamente los mismos que se oponen a esto son los mismos que banalizan las muertes de iraquíes o afganos, de inmigrantes en el Estrecho, etc. Porque quien se opone a remover la historia en busca del reconocimiento debido a los devorados por ella siguen teniendo en la cabeza el esquema mental, la división de buenos y malos, las muertes admisibles y las inadmisibles, los muertos de primera y de segunda, los elegidos y los perversos que han de ser convertidos o deben servir a la causa, y si no son prescindibles. Y ese esquema mental no ha cambiado con nuestra democracia formal. O sea, que hay mucha gente que vive en democracia pero que no se la cree.

Besos

Anónimo dijo...

A ver: yo mato a tu padre y te digo que es mejor olvidar. Guay, ¿no?

Es comodísimo el silencio para algunos. ¡Uf, remover las cosas! ¿Para qué? Si no va a traer más que dolor...

Pues no, no trae sólo dolor. Trae más cosas, más cosas.

Luisamiñana dijo...

La verdad, Ybris, no sé si es posible. La verdad es complicada. Pero estoy absolutamente de acuerdo contigo en que hay que poner históricamente las cosas en su sitio. Y lo primero que hay que hacer es darles ese sitio a cuantos fueron excluídos. Nunca acabaremos de ser conscientes de la terrible voluntad de exterminio, de erradicación completa, que se ejerció por parte de los "vencedores". Por mucho que se quiera decir que en ambas partes hubo barbaridades (y las hubo), esa voluntad sólo se produjo en una de las partes. Desde un punto de vista ético de la historia esa es una diferencia muy importante. Que justifica y hace necesaria la restitución de la dignidad de los "borrados".

Un beso
(y gracias por volver)

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Seguramente tienes mucha razón en tu aseveración final, Alfredo, aunque nos pese reconocerlo. El ejercicio reflexivo de la democracia entraña siempre un reconocimiento del otro, un respeto a sus circunstancias y a su dignidad. Tantas objeciones a algo que debio producirse hace tiempo y que se ha aguardado con inmensa paciencia y generosidad por parte de los más directamente afectados, da que pensar, sí. Aunque a veces me planteo si no será sólo miedo, absurdo miedo. No sé.

Un beso

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Es verdad, Inde. El dolor puede ser una excusa para los que aducen que la memoria no es necesaria. Pero, por un lado, el dolor no deja de existir aunque no se vea. Y por otro, estoy contigo en que si la ley se aplica bien, y eso es con todas sus consecuencias, habrá otras cosas, entre ellas, justicia, dignidad, claridad...

Besos

Lamia dijo...

Querida, qué pedazo de post. Es verdad que a veces bucear en el pasado produce grandes dolores. Pero no es menos cierto que duele más la ignorancia y el desconocimiento.

Javier López Clemente dijo...

HOla Luisa.

Excelente artículo con el tono de la erudición, que tanta falta hace en este país de opinadores, de esos que ni saben ni piensan.

Gracias.

Salu2 Córneos.

Luisamiñana dijo...

La ignorancia y el desconocimiento no sólo duelen, Lamia, también provocan el miedo y la desconfianza. Y gracias por tu valoración.


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Gracias también, Javier. Si te digo la verdad sólo quería ser lo más honesta y cuidadosa posible. Creo que hay razones de dignidad histórica suficientes.

entrenomadas dijo...

He leído varias veces el post. Creo que es necesario hacerlo así, despacio.

Es un artículo serio, que va a la raíz del problema, del dolor.
Los comentarios, por ejemplo lo que dice Inde resume muy bien lo que ocurre.

Excelente post! y además necesario.

Un beso


Marta

Luisamiñana dijo...

Gracias, Marta. Desde luego está construido con toda la seriedad que creo merece el asunto. Procurando distancia, porque si no, no es posible el análisis, un análisis casi técnico, que es el que por el contexto al que iba destinado el artículo me interesaba. Además a las cosas que hacen pupa hay que procurar ponerles esa distancia que nos ayuda a entender, a intentarlo, por lo menos.