Pienso que los aragoneses no seríamos tal como somos hoy sin José Antonio Labordeta. Eso seguro. Sin apurar, hay dos referencias básicas en este territorio en los últimos casi treinta y tantos años: la GM y José Antonio Labordeta. A la GM la necesitábamos. A Labordeta le debemos unas cuantas verdades sobre nosotros mismos. Y por eso me parece absolutamente necesaria la iniciativa de ese reconocimiento colectivo que significa el libro “José Antonio Labordeta. Creación, compromiso, memoria”, editado por Rolde de Estudios Aragoneses y Ediciones Autor (SGAE-Fundación Autor) y más aún la fiesta de presentación del libro que va a tener lugar el próximo miércoles, día 26, a las 20 horas en el Teatro Principal de Zaragoza.
Pienso que a José Antonio Labordeta no le debe gustar que se digan estas cosas de Labordeta. Por eso yo prefiero recordar dos de los “momentos Labordeta” de mi vida, que en realidad se cruzan como uno solo en mi película. Escuché por primera vez el disco “Cantes de la tierra adentro” –el disco rojo y negro, inolvidable- en la sala de estar del colegio naranja de la Universidad Laboral de Zaragoza, donde empezaban a aparecer libros y discos impensables apenas meses atrás. Yo no sabía entonces nada de nada. Supe, sin embargo, que aquella voz era la del director de la delegada de chicos del Instituto Buen Pastor, donde yo había estudiado. Y era la del tipo que, con cara seria, muy seria, y mucha retranca en las indicaciones que nos iba dando, había tocado la guitarra –pacientemente- para que los alumnos de aquel Instituto de barrio celebráramos nuestro particular festival de la canción –era la época dorada a tope de Eurovisión-, durante la fiesta del centro de no recuerdo exactamente qué año (más o menos sí que lo sé). El pobre. Pido hoy avergonzadas disculpas por los alaridos que escuchó y por las cursilerías que tuvo que tocar. Pero es que todo era muy cutre.
Lo que a mi me importa es que aquella tarde, en una Universidad Laboral que ya se removía, empecé a atar cabos, a saber muchas cosas. Por eso decía al principio que los aragoneses no seríamos tal y como somos si no hubiera venido la GM. Pero sobre todo no lo seríamos sin José Antonio Labordeta (ni sin Labordeta).
Pienso que a José Antonio Labordeta no le debe gustar que se digan estas cosas de Labordeta. Por eso yo prefiero recordar dos de los “momentos Labordeta” de mi vida, que en realidad se cruzan como uno solo en mi película. Escuché por primera vez el disco “Cantes de la tierra adentro” –el disco rojo y negro, inolvidable- en la sala de estar del colegio naranja de la Universidad Laboral de Zaragoza, donde empezaban a aparecer libros y discos impensables apenas meses atrás. Yo no sabía entonces nada de nada. Supe, sin embargo, que aquella voz era la del director de la delegada de chicos del Instituto Buen Pastor, donde yo había estudiado. Y era la del tipo que, con cara seria, muy seria, y mucha retranca en las indicaciones que nos iba dando, había tocado la guitarra –pacientemente- para que los alumnos de aquel Instituto de barrio celebráramos nuestro particular festival de la canción –era la época dorada a tope de Eurovisión-, durante la fiesta del centro de no recuerdo exactamente qué año (más o menos sí que lo sé). El pobre. Pido hoy avergonzadas disculpas por los alaridos que escuchó y por las cursilerías que tuvo que tocar. Pero es que todo era muy cutre.
Lo que a mi me importa es que aquella tarde, en una Universidad Laboral que ya se removía, empecé a atar cabos, a saber muchas cosas. Por eso decía al principio que los aragoneses no seríamos tal y como somos si no hubiera venido la GM. Pero sobre todo no lo seríamos sin José Antonio Labordeta (ni sin Labordeta).
Actualización después del 26/11/2008:
Crónicas de la fiesta en:
- Inde
- Mamentxu
10 comentarios:
Pues te estoy imaginando en el salón naranja escuchando música.
Labordeta se lo merece, tienes razón.
Nos vemos next wednesday.
Kisses,
M
Marta, querida mía, el salón -por fortuna- era blanco ibicenco, con muebles de colores, un tocadiscos, discos de vinilo, libros gastados (había más libros en la pequeña biblioteca del Colegio, y muchos más en la espléndida biblioteca de la U.L... estaba bien.
Naranja era el Colegio. La U.L. estaba organizada en "colleges", y el mío de aquel año, lo recuerdo bien, era el Naranja.
Labordeta, por supuesto, se lo merece.
Besos
Jóvenes, éramos tan jóvenes...
Ja,ja,ja.. Muchos besos de fin de semana.
Un hombre íntegro y auténtico.
Se merece un gran homenaje tanto más cuanto su sencillez más lo rechaza.
Vaya si me cae bien Labordeta.
Besos.
Lamía: hay cosas que van atravesando los túneles del tiempo.
Un besote.
Tú lo has dicho, Ybris. Bien colocados esos adjetivos...
Yo también estudié en la Universidad Laboral de Zaragoza, colegio Violeta, y allí también descubría a Labordeta.
¿Qué años estuvistes allí?
Yo estuve en el colegio Violeta de 1977 a 1981 (BUP y COU).
Yo también fui a la Laboral del 1982 al 1985, no recuerdo si iba al Naranja o al Violeta y mi marido fue desde los 6 años al Buen Pastor (que casualidad) y cuando el iba a 2º fue cuando el estubo de director.
Recuerda que fue clase por clase a decir que si alguien no podía pagar el colegio (aunque no era caro)que hablaran sus padres con él.
Me extraña que en su biografía ni en ninguna página salga su etapa de director del Buen Pastor (nombran una "filial", no se sabe de qué, que había en el barrio de la Paz). No entiendo porque.
Se lo mereció. Estupendo homenaje, Luisa.
La pérdida de este hombre íntegro y genial nos entristece a todos. Nos hemos empobrecido. Un abrazo, querida amiga.
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