viernes, 13 de marzo de 2009

"La buena crisis"




"Hay una burbuja mucho más antigua y mucho mayor que la burbuja bursátil y la burbuja inmobiliaria. Es la burbuja epistemológica. la burbuja en la que flota la visión economicista del mundo, la creencia en la economía como un sistema puramente cuantificable, abstracto y autosuficiente, independiente tanto de la biosfera que la alberga como de las inquietudes humanas que la nutren. En este sentido, la crisis del sistema económico tiene su origen en una crisis de percepción...

En sus últimos años Keynes señaló a un joven economista alemán como el más indicado para continuar su legado. Se trataba de E.F. Schumacher, que en los años setenta publicaría un libro de referencia de la economía ecológica, Lo pequeño es hermoso, en el que criticaba la obsesión modeerna por el gigantismo y la aceleración y proponía algo insólito: "Una economía como si la gente tuviera importancia". Schumacher sabía que las teorías económicas se basan en una determinada visión del mundo y de la naturaleza humana. Y todavía hoy, en el siglo XXI, pese a la física cuántica y la psicología transpersonal, la economía imperante se basa en una ontología decimonónica: ve el mundo como una suma aleatoria de objetos inertes y cuantificables, es reduccionista y fragmentadora y tiende a oponer a los seres humanos entre sí y contra la naturaleza. Schumacher ya diagnosticó en 1973 que "la economía moderna se mueve por una locura de ambición insaciable y se recrea en una orgía de envidia, y ello da lugar precisamente a su éxito expansionista". Y añadió que hoy la humanidad "es demasiado inteligente para ser capaz de sobrevivir sin sabiduría"...

El economista suizo Hans Christoph Biswanger analizó en Dinero y magia la segunda parte del Fausto de Goethe como una crítica premonitoria de la fáustica economía moderna. El dinero (nuestro símbolo favorito de inmortalidad) se vuelve adictivo y el individuo entrega su alma por él. En el cuarto acto Fausto define así su deseo más profundo: "¡Obtendré posesiones y riquezas!" (y anticipando nuestra sociedad hiperactiva añade: "La acción lo es todo"). La alquimia ha sido sustituida por la especulación financiera: se trata de crear oro artificial que a partir de la nada pueda multiplicar sus límites.

Goethe aparte, hoy sabemos que nuestro rumbo no es sostenible a escala económica, energética, ecológica o piscológica. Mientras la economía crecía creíamos poder ignorar el incremento de las desigualdades y el deterioro ecológico, o soñar que serían resueltos por la bonanza económica. Ahora ya no. La burbuja epistemológica empieza a desvanecerse: el mundo real existe y llama con fuerza a nuestras puertas, por ejemplo en forma de imprevisibles cambios climáticos y de escasez de materias primas. Las crisis interrelacionadas del mundo de hoy nos sitúan, a escala planetaria y a escala personal, ante un rito de paso sin precedentes. Nuestra sociedad tiene mucho de rebelión e hiperactividad adolescentes: rebelión contra la biosfera que nos sustenta y contra un cosmos en el que nos sentimos como extraños, hiperactividad en el consumismo y en la aceleración que nos lleva a posponer la plenitud a un futuro que nunca llega. La crisis como rito de paso nos desafía a alcanzar una madurez sostenible y serena que redescubra el regalo de la existencia en el aquí y el ahora....


("La buena crisis", por Jordi Pigem. Cultura/s-suplemento del periódico La Vanguardia, núm. 351)

---- Este suplemento es uno de los que más me gustan de la prensa española. Pero no puede leerse en internet. El dossier de este miércoles sobre la crisis económica me ha parecido especialmente interesante. Aborda el problema desde términos bastante más amplios e inteligentes que aquellos que en los últimos meses ocupan una buena parte de los espacios de los diferentes medios de comunicación. Lo transcrito arriba forma parte de uno de los tres artículos que componen ese dossier.




7 comentarios:

Lucía dijo...

Me ha parecido muy intersante, Luisa, es una pena que La Vanguardia no llegue hasta Oviedo.
No tengo muy claro si todo lo que está pasando servirá para que la gente cambie de hábitos y de forma de actuar... pensándolo bien soy más bien pesimista, dejar atrás la avaricia, la ambición o la envidia no resultará fácil para muchos. Es más fácil y cómodo intentar seguir como hasta ahora pase lo que pase y a costa de quién sea.

Creo que me he levantado con una nube negra en la cabeza, te juro que suelo ser más optimista.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Magnífico texto el que nos traes Luisa.
Me quedo con la idea que sugiere el comienzo: dejar que la economía discurra al margen de las personas y el mundo es la base del inmenso error.
Desde ahí, con un poco de la codicia desmedida propia del género humano, llegamos a casi todo. ¿Que nos puede extrañar?
Quisiera pensar que sabremos sacar una buena lección de esta debacle, que quien tiene en su mano ayudar (o no poner zancadillas) al cambio de actitud, de rumbo, sabrá hacerlo.
Si, ya, yo siempre la botella medio llena. Que quieres: lo necesito.
Besos de domingo soleado.

Flavia Company dijo...

Muy interesante el planteamiento, sí. Una economía como si la gente fuera importante... qué paradoja. Pos lo que a excesos de consumo y desigualdades económicas se refiere, es muy recomendable el libr de Adela Cortina, "Por una ética del consumo", en donde, además, se hace un profundo análisis sobre la enfermiza relación entre consumo e identidad.

Anónimo dijo...

Como dice Inma, el hecho de que la economía haya siempre existido al margen del resto de las cosas es el error, pero sinceramente, no sé si la situación de ahora ayudará a que algo cambie. Creo que el mundo se limitará a capear el temporal como buenamente pueda y cuando vengan tiempos de bonanza otra vez, si alguna vez se planteó algo de esto, lo olvidará felizmente hasta la próxima crisis... después de todo, creo que siempre se ha sabido que las cosas así no estaban bien, pero mientras las vacas fueran gordas, tanto daba... en fin, ojalá yo me equivoque de cabo a rabo, pero me temo que de momento soy pesimista en este sentido.
Besos.
Rosa.

Luisamiñana dijo...

Yo tampoco soy muy optimista, Lucía. Me gustaría mucho pensar que esta crisis pueda despertarnos de esta vorágine en la que nuestro mundo se desconyunta. Pero todo lo que percibo hasta el momento en cuanto a propuestas de resolución me suena a más miopía, más intereses creados, más cobardía, más de lo mismo.
En fin.
Un beso

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Sabía yo, Mima, que ese texto te iba a gustar. Me acordaba de ti, que sabes muy bien analizar lo que está sucediendo, cuando lo transcribía. Creo que su aportación es precisamente esa, la de ver el hecho económico como un hecho humano, no por encima de...
Quiero pensar en la botella medio llena, pero me cuesta mucho, lo confieso. Escéptica que es una.
Un beso, reina


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Hola, Flavia. un gusto tenerte por aquí. Le sigo la pista al libro que nos citas. Necesitamos insistir mucho en planteamientos como éste de Jordi Pigem, o ese que tú citas de desmontar la identificación entre individuo y "marca" o forma de consumo. Ojála al menos esta crisis fuese catártica.
Un abrazo

Luisamiñana dijo...

Rosa, ojála te equivoques, sí, como bien dices. También como tú creo que las funestas consecuencias que podría acarrear la desmesura en la que vivimos se han sabido desde siempre; quizás no se han parametrizado al milímetro, pero seguro que se han establecido de alguna manera. Daba igual mientras no afectara al corazón del sistema. Y se pensaba, y ahí el error de cálculo, que ese infarto en todo caso se produciría más tarde. Tampoco hemos aguantado mucho: el crecimiento piramidal sobre la nada ha sido tan desmesuradamente exponencial en estos últimos veinte años que hemos perdido perspectiva y no hemos sabido ver que la salud previa del sistema tampoco era demasiado maravillosa.
Ya veremos.
Un beso.

39escalones dijo...

Yo pensé en una botella medio llena, y luego apareció un banquero y se la bebió... El problema es incluso pitagórico, de santificación de los números: cuantificarlo todo, el éxito, la felicidad, la realización de las personas. Tomar los números como instrumento de juicio, de valoración, es lo que nos ha llevado a esto.
Besos sin cuantificar.