lunes, 6 de abril de 2009

Terapiarte



tocamos la madera de los barcos,
mas no tuvimos suerte, naufragamos al borde,
cuando ya con el muelle de los dedos
arañábamos tierra, los relojes
de las olas atrasaban el agua y llegaba a la costa
solamente la espuma puntual del pez más cierto,
amamos hasta el límite del hombre
y la mujer que entregan
al otro lo que el otro les entregó al llegar,
la magia de los que aman,
ver océanos al fondo de unos ojos
que sólo tenían sed, así construir las líneas
de la piel, las isobaras tercas que el amante
vuelve de nuevo a erguir, como si del grifo
mal cerrado de los credos nos goteara de pronto
el imprevisto dolor de un ángel más,
y es el último dios siempre el más bello



(del libro "El corazón no muere", de Fernando Beltrán ------>
Hiperión)



Azarosamente o no (a veces tengo dudas sobre si el azar lo sea o más bien lo parezca) he concatenado algunas lecturas que hablan del amor y del dolor en el arte, del arte como terapia casi chamánica. Por ejemplo,

el suplemento Cultura/s de La Vanguardia (n. 354, en internet sólo está el primer artículo) -ese que ya he citado varias veces, porque me gustan muchísimo sus dossieres principales, que casi siempre analizan las implicaciones de la literatura y el arte desde ópticas muy diversas y abiertas - hablaba exactamente de éso: a propósito de la antigua comunidad de los terapeutas, descrita por Filón de Alejandría a principios de la era cristiana, el dossier recorre las formas en que el arte actúa en el individuo y en la sociedad para superar el dolor, para alcanzar transformaciones sanadoras, para procurar un conocimiento esclarecedor. En este dossier, Jesús Martínez -Clará, al hablar sobre el arte de autores tan distintos como Tàpies, Evru y Gabriel, escribe: "El arte contemporáneo se funda sobre el dolor, pero, a su vez, posee el antídoto eficaz que se encuentra en su propia práctica, augura renovación y felicidad". Igualmente Joan Bertard cuenta como "Kandinsky, que de joven había estudiado etnográfia y tenía conocimiento directo de los chamanes que había en el imperio ruso más allá de los Urales, se atribuyó a sí mismo este papel del artista como chamán. Sólo el arte podría salvarle de la intensa ansiedad, depresión y angustia que le acompañaba desde su niñez. El dibujo y la xilografía eran el único medio de salvarse del dolor y de situarse fuera del tiempo y del espacio. En su madurez se refería al arte como el único medio pro el que una persona puede hablar a la humanidad de lo sobrenatural. Sus pinturas invitaban al espectador a entrar y pasearse por dentro del cuadro. En este itinerario conducido por el artista el espectador moderno podría encontrar también curación a sus terrores y calamidades".

- entiendo yo que ya es bastante con la naturaleza/no hace falta lo sobrenatural: entiendo que lo sobrenatural no es sino todo aquello que aún no entendemos de lo natural y como últimamente estoy intentado comprender algunas cosas de la ciencia, veo que hay mucho más que no sabemos que conocido: incluso la gran ciencia de nuestros días parece basarse casi a diario en intentos de conciliar supuestos que no entendemos-


Otra lectura que gira sobre el mismo concepto de superación del dolor a través de la ordenación del conocimiento, de la palabra que al nombrar sana: El espejo del amor (Alan Moore -poemas- y José Villarubiá -fotografías-: en una hermosa edición de Kraken). La introducción de David Drake incluye este párrafo, acerca de cuando el propio Drake y Villarubiá idearon un montaje teatral sobre los mismo textos de Moore: "Más bien era una oportunidad de encontrar un nuevo enfoque para nuestras emociones dispersas y usarlas para crear una obra de arte con fines terapéuticos".

Ilustración de José Villarrubiá en El Espejo del Amor


Y luego, todo el libro de Fernando Beltrán, "El corazón no muere", me parece profundamente terapéutico, un libro para hacer crisis: crisis sanadora, delimitadora de los términos del dolor, previa a la superación.
Y de repente, pensando en todo ésto, he sido consciente de que Las esquinas de la luna, el poemario que saldrá ya dentro de poco tiempo de la mano de Ignacio Escuín (editor-curador, porque cuida las cosas y los libros) en Eclipsados (qué mejor editorial y nombre para acoger a una luna esquinada), digo que me he dado cuenta - y sin querer hacer ninguna comparación, que no es el caso, ya lo sé- de que escribir ese libro ha sido efectivamente un proceso terapéutico aunque yo no lo haya sabido hasta ahora.




7 comentarios:

estels dijo...

Leer poesía!!!

Para mí...la mejor de las terapias...

ybris dijo...

Sugestiva y sugerente entrada la tuya hoy. Nadie mejor que una enamorada del arte como tú para saber de sus virtudes terapéuticas.
Certera terapia la del arte.
Tendré que leer el libro de Fernando Beltrán (y el de Nacho, por descontado) a ver si me enderezo.

Gracias y besos.

Luisamiñana dijo...

Coincido contigo, Estels, la poesía es una terapia chamánica, desde luego.

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Bien, Ybris, si la entrada sugiere en su lectura es que vamos bien. Y es cierto, creo realmente que el arte brinda oportunidades de equilibrio/desequilibrio que ayudan realmente a conocer y conocerse.
El libro de F. Beltrán no es nada amable, pero enfrenta a unas cuantas cosas que no conviene perder de vista. Y es muy hermoso.
Por último: he cambiado un poco la redacción; ya veo que era equívoca (ja, ja,...más que nada porque no sé si a Nacho le interesa la autoría de ese libro, no vaya a ser que no...). Besos

aurora dijo...

Los profanos en letras, en los que me encuentro, pero también he podido comprobar la buena terapia que es escribir cuatro palabras mal escritas, así que los que sabéis escribir debe ser la h..... Es como si los pensamientos se enredaran dentro de uno e hicieran una maraña dolorosa que cuando lo plasmas traducido a palabras escritas te liberaras en parte de ese dolor que te ahoga.
En cuanto salga "Las esquinas de la luna", lo afanaré. Besos

entrenomadas dijo...

Algunas personas somos como esponjas que absorben lo que tienen alrededor, la luz, el sol, la música, la poesía, un cuadro, todo eso se transforma en energía, en vida y nos ánima, nos despierta, nos hace reaccionar.

Para mí la música es vital, me puede llevar hasta arriba o dejarme en las profundidades.

Somos energía, aunque algunos más que otros, me temo...

entrenomadas dijo...

Me olvide de
Un beso,

Marta




PD: Me voy a ver si encuentro el libro de Fernando Beltrán.

Luisamiñana dijo...

Aurora, una parte de ese alivio seguramente está en la libertad de decir. Eso es importante. Un beso y que tengáis buenos días.

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Energía, de acuerdo. Y a veces mal repartida, sí.

La música es decisiva. Me hubiera gustado mucho saber hacer música. Y pintar. Son acciones más ligadas a lo instantáneo.

Fernando Beltrán te gustará, lo sé.

Un beso, Marta.