jueves, 28 de mayo de 2009

Shalámov



Leo en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia (ya saben quienes visitan este blog que es uno de mis preferidos entre la prensa española: ya sólo el nombre indica muchas cosas de las pretensiones de este magazine) que estos días acaba de salir a la calle “La orilla izquierda”. Se trata del segundo volumen de la obra escrita por Varlam Shalámov (1907-1982) a raíz de su experiencia en el Gulag soviético. La editorial Minúscula ha acometido la publicación de todos los volúmenes. El primero apareció en 2007 con el título de “Relatos de Kolimá” y se halla en fase de traducción el tercero, “El artista de la pala”. En total son seis ciclos, agrupados todos bajo el nombre genérico que sirve también para el primero, “Relatos de Kolimá”.

Kolimá es un complejo de campos de concentración en el extremo nororiental de Siberia. Recibió entre 1932 y 1957 cientos de miles de prisioneros. Fue el mayor sistema de campos de concentración de la URSS.

Ricardo San Vicente, traductor de “La orilla izquierda”, escribe en Culturas/s, entre otras cosas:

“Shalámov se plantea los mismos objetivos de escritores como Saint Exupéry o Hemingway, incluso antes de conocerlos, de aquellos que empiezan a descubrir, muchas veces por otras razones estéticas o morales, la necesidad de hacer arte, literatura, de la realidad, de su vida, de los acontecimientos de los que son testigos o protagonistas. Cada relato de Shalámov es en este sentido un intento formal cada vez nuevo de responderse a la pregunta de cómo narrar aquello para lo que no tengo palabras. La crónica, el testimonio desnudo, la narración casi oral de un zoco, el mosaico composicional de escenas y fragmentos de vida (muertes), todo vale para dotar al texto de una fuerza casi física, la fuerza del puñetazo que el autor dirige a ya no se sabe quién. Cada relato es un grito modelado, un fragmento del alma convertido en fuerza viva.

Pero tal vez, el aspecto que distingue a Shalámov del resto de autores que se han internado en el tema de los campos –salvo quizás el minimalista y cortante Lev Jonson- es su falta de piedad, su negativa a suavizar lo más mínimo su relato, a pesar de que él mismo escribe en los mismos cuadernos de notas: ´La parte no escrita, no realizada, de mi trabajo es enorme. Me refiero a la descripción del estado, del proceso… sobre lo fácil que le resulta al hombre olvidar que es un hombre (…) No está escrito todo, incluso los mejores relatos de Kolimá son sólo la superficie, justamente porque están escritos de manera accesible´.

(…)

Se ha dicho que Shalámov no tiene compasión y no la tiene ni con nosotros ni consigo mismo, pero se me ocurre pensar que de ahí tal vez nazca lo que subrayan algunos lectores de Shalámov: es un texto duro, cortante, desnudo en su afán de eliminar todo lo superfluo y de no ahorrar al lector ni una gota de sufrimiento, pero a la vez su lectura produce un extraño placer; la imagen, el paisaje, aquello que nada tiene que ver con el hombre y que los creyentes llaman creación, parece aliviar la visión implacable de este ser humano al que con poco esfuerzo se le puede arrancar lo que la civilización le ha inculcado durante milenios”.


El reportaje de Cultura/s incluye la reproducción de un texto inédito de Shalámov, procedente de un original escrito en una libreta escolar fechada en 1961. “El documento, traducido ahora por Ricardo San Vicente, fue adquirido por la Galería de pintura de Vólogda en 1996 a un ex oficial del KGB soviético junto con otros materiales requisados tras un registro ilegal practicado a Shalámov en ausencia de éste”.


Entresaco algunos fragmentos:


“1. La extraordinaria fragilidad de la cultura humana, de su civilización. El hombre se convierte en una alimaña en tres semanas: si soporta trabajo duro, el frío, el hambre y las palizas.”

“3. He comprendido que la amistad, el compañerismo, nunca nacen en circunstancias duras, duras de verdad, con riesgo de tu vida. La amistad nace en condiciones difíciles, pero soportables (en el hospital, pero no en una mina).”

“4. He comprendido que el hombre, el sentimiento que conserva por más tiempo es el de la ira. En un hombre hambriento la carne que le queda sólo alimenta la ira; se muestra indiferente hacia todo lo demás”.

“6. He comprendido que las ´victorias`de Stalin se debían a que éste mataba a gente inocente; una organización diez veces menor en número, pero una organización, hubiera barrido a Stalin en dos días”.

“7. He comprendido que el hombre se ha convertido en hombre porque es físicamente más fuerte, más resistente que cualquier otro animal; en el Extremo Norte ningún caballo resistía el trabajo.”

“10. He visto qué convincente argumento resulta para los intelectuales un simple tortazo”.

“18. He comprendido por qué el hombre vive no de esperanzas, no hay esperanza alguna, ni por la fuerza de su voluntad -¡qué bobada!- sino gracias al instinto, al sentimiento de autoprotección, gracias al mismo principio por el que se rigen el árbol, la piedra o el animal”.

“23. He visto que las mujeres son más correctas, más entregadas, que los hombres; en Kolimá no se ha conocido ningún caso de varón que acompañara a su mujer. En cambio, las esposas los acompañaban, y en muchas ocasiones (Faina Rabinóvich, la esposa de Krivoshéi)”.

“29. La pasión por el poder, el matar impunemente, es grande, desde los altos mandos hasta los servidores más bajos, con un fusil (Seropashkla y semejantes)”.

“31. He sabido que el mundo no se ha de dividir entre buenos y malos, sino entre cobardes y no cobardes. El 95 por ciento de los cobardes, ante una débil amenaza, son capaces de cualquier villanía, de vilezas mortales”.

“39. He comprendido qué cosa más extraña es el orgullo de un niño, de un joven: es mejor robar que pedir. Las alabanzas y este sentimiento arrojan a los chicos al abismo.”

“42. Los últimos de la fila, a los que todos odian, tanto los guardias de escolta como los compañeros, los que se quedan atrás, los enfermos, los débiles, aquellos que no pueden correr cuando hiela”.

“46. Que el escritor ha de ser un extranjero en las cuestiones que describe, y si conoce el material, escribirá de un modo que nadie lo entenderá”.


(Reportaje “Shalámov, relatos de la vida en el infierno”. Cultura/s. La Vanguardia, miércoles, 20 de mayo de 2009)



Hay un tema acerca del compromiso moral y del compromiso estético y literario, patentes en la obra de Shalámov, que daría sin duda para bastantes líneas. De momento quedémonos con los textos arriba incorporados. Aunque si a alguien le apetece aportar algo al respecto, es su turno.


4 comentarios:

Isabel Mercadé dijo...

Se me ha hecho muy difícil leerlo todo (siempre leo estas cosas con gran esfuerzo, tal vez porque la imaginación de la madurez las comprende demasiado bien) y mientras lo hacía recordaba a Primo Levi y también a Vasili Grossmann. Esa verdad terrible: ¿si resistiera, me convertiría en alimaña en menos de tres semanas?
Un abrazo, Luisa.

39escalones dijo...

Uf, hiela la sangre. Leí bastante sobre Kolimá y Magadán a raíz de las descripciones que hace Ryszard Kapuscinski en su libro "El imperio". Hay relatos realmente escalofriantes acerca de las personas que dirigían aquel infierno y también, cómo no, sobre quienes lo padecían. Realmente perturbador.
Besos & good weekend.

Marisa Peña dijo...

¿Cuánto horror es capaz de soportar un ser humano sin volverse brutal, sin perder la esperanza, sin pensar que nada merece la pena? Imagino que depende de cada uno, pero debe ser muy difícil seguir creyendo en algo después de una vivencia así, ni siquiera en uno mismo.
un abrazo guapa

Luisamiñana dijo...

Sí que cuesta leer, sí, Bel. La realidad golpea con más tino que la ficción. ¿Alimañas? La cuestión es que, creo, que si te cómo salvar la condición cultural del pensamiento, si de lo único que puedes preocuparte es de la supervivencia en límites críticos. Pero si se renuncia a esa condición cultural, el torturador vence sin duda siempre.
Un beso.

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No he leído el libro, 39. No es fácil, como dice Bel, adentrarse en lecturas así. Aunque sin duda deberíamos hacerlo y volver sobre ellas. Mucha gente no lo cree así. Pertuban demasiado, como bien dices. Somos muy cobardes y nos fíamos poco de nosotros mismos.
Besos ya de domingo.

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La verdad, Marisa, no puedo ni imaginarme cómo se sigue viviendo después de pasar por algo como lo describe Shálamov. Mucho menos cómo se consigue vivir sin perder la razón. Pero se debe poder hacer. Muchos lo han hecho.

Besos.