lunes, 2 de noviembre de 2009

De historias





Octubre terminó bajo tierra, en las bodegas del antiguo palacio de Pedro Arbués, el que fue Gran Inquisidor General, y que ahora ha mutado en Albergue de Zaragoza, un lugar de acogida y pernoctación de los visitantes que llegan a la ciudad, un sitio muy chulo para alojarse por poco dinero, y que entre los servicios que ofrece incluye wifi. Las bódegas ganadas para el mundo del espectáculo y los actos sociales se conocen como La Bóveda y allí la Asociación Aragonesa de Escritores convocó la noche de difuntos (ahora Halloween) el primer Hablando de miedo. La reunión ha incluido la entrega del Premio Poesía del Miedo, organizado por La Casa del Poeta (Asociación Cultural Olifante), que ha sido este año concedido a Manuel Martínez Forega. Hubo primero una divertidisima actuación del grupo teatral El Acebo de Moncayo, y luego una ronda de lecturas miedosas unas, amedrentadoras otras, terroríficas...La Bóveda, ambientada perfectamente para la ocasión fue un escenario perfecto. La última lectura la realizó José Juste, alma páter del lugar: un cuento del escritor simbolista Auguste Villiers de L´Isle-Adam que transcurre precisamente en esas bodegas tremendas: el relato se llama La Esperanza en unos sitios, La tortura de la Esperanza en otros y podéis leerlo en Ciudad Seva, si no soportáis la curiosidad: es un poco espeluznante. Por cierto, la provisión de sillas se quedó corta, corta.

Entre el Hablando de miedo y el Escribit, cerrado en su formato molecular el viernes por la noche, pasé el día del sábado en Uncastillo, un lugar hermosísimo de las Cinco Villas. Dedicamos la jornada a pasear bajo el sol por la judería y otros lugares de la localidad, incluido el castillo, claro. Me traje un puñado de fotos del románico que abunda allí. Y unos cuantos ejemplares del libro "Areles", el trabajo-vida llevado a cabo por Jesús Tirapo y Teresa Miral, ayudados por algunos amigos. Jesús y Teresa se han empeñado en recuperar memorias arrasadas, en devolver a su lugar lo que una manipulada historia ha expulsado al limbo de lo perdido, de lo no-nombrado. Ellos forman parte de toda esa gente que necesita que los nombres puedan pronunciarse desde el lugar de donde fueron borrados. Y si la necesidad existe, será por algo. Evidentemente hay mucha otra gente que cree que esta necesidad es inútil e incluso inoperante. Pero sin duda cada cual tiene derecho a saber, a conocer. Un derecho que a Jesús y Teresa y a otros muchos como ellos, se les ha negado. Y por otro lado, precisamente una época, una civilización como la nuestra, capaz de situarnos en espacios y tiempos intercambiables, no debería dudar tanto en el valor de la historia como forma de conocimiento. Simplemente hay que tener la valentía de reconocer que también la historia ha de cambiar su metodología y sus objetivos. Quizás ya no se trate de una historia destinada a la superación de formas de civilización, ni a la justificación de estructuras de poder sucesivas; esa historia seguramente ya no sirve. Pero la historia que informa y que proporciona ayuda a los individuos y a los grupos para comprender su ubicación en el mundo, en el universo, esa historia merece ser dignificada y defendida y abordada con ojos nuevos.






2 comentarios:

Lamia dijo...

Ala pequeña, recupérate mientras REdisfrutas este fin de semana tan intenso.

Luisamiñana dijo...

El fin de semana no me dejó fatal, que fue la gripe mundial....ja, ja, ja... bueno o lo que sea, que ya no pregunto.
Gracias Lamia, pronto vuelvo.