jueves, 10 de marzo de 2011

Chardin

Un tanto sobre la marcha decidimos el pasado sábado por la mañana visitar la exposición "Chardin (1699-1779)", -escueto y certero título- actualmente residente en el Museo del Prado. Se lo comunicamos igualmente sobre la marcha a un amigo (por si quiere unirse a la visita): avisadme si veis que se va a poder entrar, porque no creo que sin cita y con tan poco tiempo y en sábado...

- No habrá problema, digo. No con Chardin.


Una hora más tarde estábamos contemplando los primeros y difíciles cuadros de la exposición: naturalezas muertas, animales muertos: ¿cómo es la luz y el color de la muerte?. No es muerte. Chardin es un pintor burgués y francés. La burguesía francesa nunca fue calvinista. Luego, la exposición se centra en la vida (como la propia obra de Chardin: bodegón vital): escenas de la cotidianeidad, actitudes sin más elocuencia que el gesto inmerso en el tiempo, rostros casi fotográficos (la fotografía no es realista), composiciones ordenadas, espacios aproximados. Y luz, captación de la luz: la única realidad la luz, como entendieron décadas después los impresionistas.






No levanta pasiones en el público Chardin. Tampoco en los medios de comunicación. Ni siquiera en la propia dirección del Museo del Prado que no parece haber puesto tanto entusiasmo en la promoción de este "Chardin (1699-1779)" como lo hace en otras muestras. A mi no me molesta la ausencia de mucho público en las salas. Lo agradezco. Se puede mirar. Detenerse. Pensar. Volver sobre tus pasos, si hace falta. Pero me da pena por Chardin. Creo que de esta falta de éxito popular tienen en buena parte culpa sus temas (naturalezas muertas, animales muertos, bodegones sobrios, retratos rigurosos sin concesiones al gesto o a la expresión fáciles).


Y sin embargo, paradójicamente, el empeño de Chardin fue exactamente ése: demostrar que la materia de la pintura no eran los temas: tesis esencial y fundamentadora de la evolución de la pintura contemporánea. De ahí las repeticiones de motivos y escenas, casi idénticos, apenas diferenciados por pequeños detalles y sobre todo por la iluminación, por los matices de color: ahí radica la transformación de la realidad.


Seguramente para el público actual comprender esta tesis es relativamente fácil. Percibirla a través de los temas de la pintura de Chardin quizás cueste. Porque es cierto que el asunto importa. Pero también lo es que no podemos desarrollar igual disposición contemplativa y comprensiva ante una obra rigurosamente coetánea que ante otra ya histórica. Hay que armarse de los bártulos precisos y hay que interpretar en cada caso el sentido y la coherencia de los asuntos.


"Chardin (1699-1779)". Pintura. No importa el asunto. Sí el lenguaje.






2 comentarios:

Marcos Callau dijo...

Apuntamos recomendación Luisa. Abrazos.

39escalones dijo...

Pues a mí sí que me despierta el interés, porque es uno de esos pintores semi-desconocidos para el gran público del que algunos cineastas franchutes hablaban maravillas, y que sirvió de inspiración para algún que otro gusto estético al componer planos y secuencias. Como Hammershoi con Dreyer pero en plan gabacho, you know.
Besos.