Siempre me ha gustado "repicar" y "replicar" (en el sentido de replicante, la cuarta acepción del término en la RAE) textos que me parecen interesantes. Y este me lo parece mucho.
Hoy, un arte político es más bien poco probable: los artistas necesitan de los altavoces mediáticos para ser escuchados, y parece que cuando los medios de comunicación reparan en ellos quedan automáticamente contagiados de un extraño virus mental que dispara su narcisismo, su soberbia y su cuenta corriente, al tiempo que los invalidad políticamente. Simona Levi va aún más lejos: los artistas ricos viven directamente al margen de la sociedad, mientras que “la mayoría de los artistas que conozco son pobres y para mayor tragedia les falta conciencia de su situación. Los artistas de hoy constituyen una fuerza chantajeable de trabajo. Casi todos tienen trabajos precarios y se instalan en el conformismo. Han olvidado que el arte no es nada sagrado, sino que sigue siendo artesanía y acción política”.
Hace apenas unas décadas la formación artística que podía ofrecer la ciudad se limitaba a unos pocos centros aún tomados por el fantasma de la Academia y lo sagrado. Más tarde, en los años 70 y 80, hubo un boom formativo, con su parte positiva y negativa: “ A los alumnos actuales de arte, teatro, danza, etcétera, se les ha enseñado que tiene que llegar a ser genios. En cambio, nadie les habla de la necesidad de sindicarse. El resultado es que los nuevos artistas suelen ser muy narcisos e incapaces de solidarizarse, y al mismo tiempo resultan cómodamente explotables. ¿Y si actuáramos como un colectivo?
(Reproducción parcial del texto del reportaje sobre Simona Levi. Culturas/s. La Vanguardia. Miércoles , 25 de mayo de 2011. Págs. 30-31)
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