No leo casi periódicos estos últimos días ni veo apenas informativos en televisión, y en la radio escucho preferentemente música, aunque la música que más suena viene desde los muchos discos que se van alternando a lo largo del día. Paseo. Contemplo el mar y el jardín. He jugado mucho con Daniel y hemos dicho infinidad de veces los números en inglés – Daniel y sus padres han regresado ya a la ciudad, después de disfrutar con fruición de la playa y de la piscina que quedó instalada para él en la terraza. Leo algunas cosas. También hay un ramillete de pequeñas labores domésticas que atender, con el único fin de hacer de “la casa de vacaciones” un lugar habitable para el ocio. Es decir un lugar con el suficiente equilibrio entre el orden y el desorden, como para que todo el mundo tenga su espacio y pueda abandonarse o recogerse en este tiempo como mejor le apetezca.
Hace fresco este verano. Las tardes son un permanente anuncio del otoño, aunque quedan todavía muchos días de estío. Cada jornada es una mezcla de sensaciones que se suceden a lo largo de las horas: desde la plenitud del sol estival del mediodía hasta la melancolía de la tormenta vespertina o del viento altano desatado. Quizás esta incertidumbre y esta indefinición han llevado a muchos veraneantes a dejar la costa antes que otros años. Pero a mi me gusta este tiempo que conduce a otro. Y no me importa que la nostalgia venga a apoderarse poco a poco de mis gestos. La más pura nostalgia siempre la he sentido durante los últimos días de las vacaciones estivales. El tiempo de vacaciones no es únicamente espacio para el descanso. Es un tiempo de reconciliación con uno mismo. O todo lo contrario, claro. Es un tiempo de re-conocimiento.
Hay un acontecimiento diario en Cambrils que es tanto un espectáculo como una especie de ceremonia. Sucede entre las tres y las cuatro de la tarde y se trata del regreso de la flota de pesca al puerto. Si uno se va a la punta de alguno de los espolones puede ver como desde el horizonte, a derecha y a izquierda, van empezando a asomar las embarcaciones, que crecen y se acercan, todas al unísono, a una sola voz. Ya en las proximidades del puerto, los barcos ocupan cada uno su lugar en una larga fila que apunta a la bocana. Luego, conforme van entrando en el puerto, amarran cada uno en su sitio, en un orden perfectamente ejecutado día tras día, en mitad de la tormenta de gaviotas. La gente acude a contemplar esta coreografía y permanece luego entre los muelles, mientras los pescadores limpian, separan, manipulan la captura del día, y empieza la lonja. Los pescadores están realmente cansados, pero cuando la pesca ha sido buena, sus voces y sus gestos siguen transmitiendo una energía y una alegría muy particulares.
Durante los meses de invierno, en la ciudad, a menudo pienso en esa imagen de los barcos entrando en puerto y de los pescadores afanados en concluir su jornada. Y es como si se abriera de nuevo una ventana al tiempo del estío. Y pienso entonces siempre que es ciertamente curioso que mi imagen del tiempo de vacaciones no sea la de la playa llena de gente en este lugar costero, sino la de la diaria danza de los barcos buscando el puerto.
Hace fresco este verano. Las tardes son un permanente anuncio del otoño, aunque quedan todavía muchos días de estío. Cada jornada es una mezcla de sensaciones que se suceden a lo largo de las horas: desde la plenitud del sol estival del mediodía hasta la melancolía de la tormenta vespertina o del viento altano desatado. Quizás esta incertidumbre y esta indefinición han llevado a muchos veraneantes a dejar la costa antes que otros años. Pero a mi me gusta este tiempo que conduce a otro. Y no me importa que la nostalgia venga a apoderarse poco a poco de mis gestos. La más pura nostalgia siempre la he sentido durante los últimos días de las vacaciones estivales. El tiempo de vacaciones no es únicamente espacio para el descanso. Es un tiempo de reconciliación con uno mismo. O todo lo contrario, claro. Es un tiempo de re-conocimiento.
Hay un acontecimiento diario en Cambrils que es tanto un espectáculo como una especie de ceremonia. Sucede entre las tres y las cuatro de la tarde y se trata del regreso de la flota de pesca al puerto. Si uno se va a la punta de alguno de los espolones puede ver como desde el horizonte, a derecha y a izquierda, van empezando a asomar las embarcaciones, que crecen y se acercan, todas al unísono, a una sola voz. Ya en las proximidades del puerto, los barcos ocupan cada uno su lugar en una larga fila que apunta a la bocana. Luego, conforme van entrando en el puerto, amarran cada uno en su sitio, en un orden perfectamente ejecutado día tras día, en mitad de la tormenta de gaviotas. La gente acude a contemplar esta coreografía y permanece luego entre los muelles, mientras los pescadores limpian, separan, manipulan la captura del día, y empieza la lonja. Los pescadores están realmente cansados, pero cuando la pesca ha sido buena, sus voces y sus gestos siguen transmitiendo una energía y una alegría muy particulares.
Durante los meses de invierno, en la ciudad, a menudo pienso en esa imagen de los barcos entrando en puerto y de los pescadores afanados en concluir su jornada. Y es como si se abriera de nuevo una ventana al tiempo del estío. Y pienso entonces siempre que es ciertamente curioso que mi imagen del tiempo de vacaciones no sea la de la playa llena de gente en este lugar costero, sino la de la diaria danza de los barcos buscando el puerto.
* "Quedan días de verano" es una frase que se repite en una de mis canciones preferidas de Amaral.
10 comentarios:
Barcos buscando el puerto.
Formidable recuerdo del verano menguante.
A veces yo también pienso en lo mismo mientras miro el horizonte serrano bajo el frío sorprendente de este septiembre anticipado.
Besos
Qué bien, la tranquilidad sin televisión (no te has perdido nada), sin prensa, sin las tonterías que aguantamos el resto del año...
También es una de mis canciones favoritas.
Besos
Qué dias hermosos estás pasando, Luisa, una delicia. Pasear por la orilla de la playa teniendo alrededor la naturaleza es un placer de los más grandes. Lo que cuentas de la llegada de los barcos y sus pescadores es como una novela, a mi me sucede lo mismo cuando voy al puerto de Veracruz, me quedo ahí, mirando como se asoman en el horizonte hasta verse grandes y anclar en la orilla, en el malecón. Un goce.
Síguela pasando estupendo, me alegra mucho.
Ybris, ya imagino que en la sierra todavía será más acusada esta sensación septembrina que trae agosto este año. En esta zona, en las montañas, la gente también habla de mucho frío.
Me gusta mucho la imagen de los barcos llegando a puerto. Supongo que antaño, todo el pueblo debía esperar el momento. Ahora, con el turismo, es diferente. Pero la estampa es bellísima y la sensación de alivio cuando los ves de regreso permanece.
Besos mediterráneos.
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La verdad, 39, es que sí, por lo menos de tranquilidad no puedo decir que ande escasa estos días. Ya tenía ganas. No me apetece mucho regresar a la ciudad. Pero, en fin. Besotes.
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Sí, Magda, una novela podría crecer perfectamente desde esa escena de los barcos entrando a puerto. Detras de cada barco, de cada marinero, de cada estela, crecen historias. Jo, Veracruz... debe ser muy hermoso también.
Los días están siendo tranquilos y amables. Ya queda poco para el regreso. Un beso.
HOla.
Te venia a decir que yo tampoco leo los periódicos -de vez en cuando necesito una cura de abstinencia ante tanto despropósito y tanta mediocridad (política of course)- lo de la radio es peor porque siempre ha sido mi compañera más fiel pero este verano, ay este verano ha sido sustituida sin rubor por el reproductor de mp3.
Sin embargo al final, he decido tararear porque, y ya lo siento, Amaral dice: NO quedan de verano para pedirte perdón:
http://www.youtube.com/watch?v=3HdpHUaM7qk
Salu2 Córneos
Echa una miradita al horizonte de vez en cuando y piensa en los que como yo, ya sólo les quedan algo más de 48 horas de vacaciones... y sonrie.
Besos
A mí, Javier LC, hay un par de versos de esa canción que siempre me ponen un poco triste. Dicen algo así como "si pienso en ti, siento que esta vida no es justa/ si pienso en ti y en la luz de esa mirada tuya".
Así que con tu permiso;);), voy a seguir pensando que aún quedan unos cuantos días de verano (hasta el 21 de septiembre por lo menos, je ,je).
Besos
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Javier Torres, Hermes, ¿sólo 48 horas? Bueno yo aún tengo unos poquitos más. Miraré al horizonte invocándote y emplazándote a unas cañitas allá por la ribera, ¿vale? Besos
Nunca vas a saber como me siento,
nadie va adivinar como recuerdo...
Me gusta Amaral, esa canción y el verano, así que ya sabes que me siento como tú, pero sin barcos pesqueros y con trabajo.
Besos, y sigue contemplando con esos ojos que miran tan hermoso las cosas, las personas y los horizontes...casi lloro escuchando esta lluvia y esa canción.
Te envidio esas vacaciones tranquilas, lo reconozco, aunque yo también estoy disfrutando con mis "cachorricos" pegados como lapas , jeje...
He dejado ya el Cantábrico (precioso en esos azules que arrastra el tiempo tormentoso) y me voy para la montaña.
Pero he de decirte que yo, que viví un tiempo en lugar de playa, conozco esa visión de los barcos regresando a puerto: me has traído nostalgias prenda.
Un besico vacacional.
Me gusta, MM, compartir estas sensaciones y estos sentimientos. La canción de Amaral está llena de sugerencias, a casi todo el mundo le dice algo. Es una buena canción. Pondremos algun barquito para que también los veas. Cuando llegue el invierno recordaremos estas tardes de verano y las volveremos a esperar. Besos a punto de tormenta por aquí.
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Anda, anda, Mimeta, ¡menudo bien con tus cachorricos bien pegaíllos a todas horas! Para eso también son las vacaciones, que el resto del año los afectos tienen que hacerse hueco entre horarios y obligaciones. Dales buenos achuchones. Yo por aquí también he tenido niños: a Daniel -nos lo hemos pasado pipa- y luego a ratos a Pau y Julia, dos encantos.
Lo de los barcos, cómo nos gusta a todos. Me alegro de compartirlo.
Disfruta en la montaña. Besos mediterráneos, guapa.
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