A pesar de los años de enfermedad, sé que Consuelo todavía es ella. Lo sé porque aún es capaz de decir su nombre sin dubitación y porque se reconoce en él. Y lo sé porque sus ojos todavía tienen la misma mirada de siempre. También lo sé porque esa mirada se ilumina siempre cuando nos ve a su hijo y a mí, y porque todavía nos reconoce. Somos uno de los últimos vínculos que le atan a su vida. Casi todo lo demás se ha esfumado. Pero, a menudo, se abren de repente ventanas, como ráfagas de luz en medio de la oscuridad, y surge una referencia a la realidad, presente o pasada: como cuando le llamó, de repente, al verla un día, “pequeña flor” a otra de sus nueras; ese apelativo era el que empleaba ella para llamarla al principio de su relación. A veces intentamos que esa ráfaga dure. Pero la ventana se cierra de nuevo inmediatamente y aquella breve realidad desaparece, sumida no se sabe dónde. Así que lo más importante es el contacto, la expresión de sentimientos, de sensaciones. Como lo es para un niño pequeño.
*Hoy se conmemora el Día Internacional del Alzheimer.
4 comentarios:
Esas ráfagas...son como olas de alivio. Lástima que cada vez duren menos.
Pero, como dices, nos quedan las manos para acariciarnos.
Y los besos.
Uno gordo para tí.
Es bueno sentirlo así, soportando el dolor que hace sentir que un niño aprende y Consuelo olvida. El amor es el único nexo de unión en todos los casos.
Ráfagas que nos reconcilian con el pasado.
Cuando desaparecen nos queda sólo la figura.
Y un cierto sentimiento de misterio.
Muchos besos a ella y a vosotros.
Al alzheimer es una enfermedad arrasadora, cruel, implacable. Creo que es muy dificil actuar ante ella; todo son insuficiencias, todo son preguntas. Es devastadora con la persona en la que se ceba, y es cínica con los que están junto a esa persona. Sólo puedo engañarla a través del cariño, y a veces intentando bajar a su oscuridad a través de alguna de las ventanas que se abren brevemente. Pero sabes que la derrota está escrita.
Gracias, guapos.
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