martes, 4 de diciembre de 2007

Telemaratones


La fotografía viene desde el blog "A viva voz", incluida en un post sobre la Asociación pro Discapacitados Psíquicos de Alicante





El otro día mencionábamos, en los comentarios al post sobre el Día internacional de las personas con discapacidad, la celebración anual en México de un Teletón, de una gala televisiva de recaudación de fondos destinados a la rehabilitación e integración de los niños con discapacidad. Dicha gala va a ser retransmitida este año también por varias cadenas de televisión españolas conjuntamente con México. Y esto me ha dado qué pensar.

La historia de estos “Teletones” dedicados a los niños con discapacidad, que se han extendido por diversos países iberoamericanos, se inicia en Chile. En diciembre de 1978 en ese país, el conductor de televisión Mario Kreutzberger, conocido como “Don Francisco”, hizo público el compromiso de apoyar a las personas con discapacidad, proyecto que hoy en día en muchos países de América Latina se conoce como Teletón. Los medios de comunicación se unieron para participar en un evento que duró 27 horas de emisión continua y que transcendió las fronteras de ese país.

En la actualidad son doce países iberoamericanos, además de Chile, los que realizan un Teletón para recaudar fondos: Brasil, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Perú, Panamá, Paraguay y Uruguay. Todos ellos se hallan integrados en una organización internacional, ORITEL. Detrás de cada uno de estos eventos se ha erigido la respectiva Fundación Teletón, que gestiona y distribuye los fondos recaudados y de cuyos patronatos forman parte destacados empresarios y medios de comunicación, que desconozco si además contribuyen económicamente o no al sostenimiento de dichos institutos, fuera de sus aportaciones durante el evento televisivo. Esperemos que sea que sí.

A razón de lo que leo, parece indudable que estas fundaciones están realizando una labor importante, casi fundamental, en sus respectivos países tanto en el ámbito de la rehabilitación como en el de la integración de los niños con diversidad funcional, ayudando a informar sobre las circunstancias y necesidades de la vida en discapacidad. Y es indudable, por otro lado, que el público que colabora en los maratones televisivos, que sustentan los presupuestos necesarios para las actuaciones de las fundaciones, lo hacen movidos por una indudable emoción solidaria, por la empatía que se produce de forma abrumadora durante las horas en que transcurre el maratoniano programa.

Así que a ver si me explico, porque no quisiera que se entendiera que no valoro en lo que se merece el esfuerzo y los logros tanto de la gente que trabaja día a día en las fundaciones Teleton, como del público que colabora con ello. Se dice en la página web del Teletón chileno:


La confianza que el público tiene en la figura del carismático animador, ha sido fundamental para la consolidación de esta obra que no tiene distingos sociales ni políticos y que se funda en la solidaridad y la emoción”.


Frente a lo que indica esta simple frase, yo entiendo que las actuaciones encaminadas a la rehabilitación e integración de las personas con discapacidad han de ser, por un lado, directamente asumidas por el entrado social desde las instituciones gubernamentales de diversa índole. Igualmente por instituciones sociales de ámbito privado, siempre contado con la supervisión y coordinación de unos planes administrativos y presupuestarios que garanticen unos mínimos generales al mayor número posible de personas.


Pero lo que me produce una ineludible inquietud intelectual respecto a los maratones televisivos para recaudar dinero es su tradicional apelación a la “beneficencia”, a algo así como un “comportamiento caritativo” por parte de los individuos. Pues desde mi punto de vista, en este siglo XXI en el que vivimos y con todas las recomendaciones internacionales existentes ya, por lo que deberíamos luchar es por una comprensión del hecho diferencial de la discapacidad no como algo ajeno a la sociedad, sino como una parte más de esa sociedad a la que es necesario atender como se atiende otras. Es decir, no se trata tanto de conmover la conciencia individual de cada persona una vez al año, sino de que cada ciudadano, como miembro de una colectividad, entienda tanto emocional como racionalmente que los discapacitados son otros ciudadanos más, de igual nivel. Que desde ese presupuesto se debe atender a sus necesidades específicas y una parte del presupuesto nacional anual debe destinarse a ello con suficiencia, como se entiende que debe hacerse con las pensiones, la salud y otras cuestiones básicas.


Parecerá una cuestión de formas, pero no lo es. Creo que entre un supuesto y otro va un mundo, todo un mundo de actitudes, de gestos, de responsabilidades continuadas y diarias, de comprensión cotidiana.


La realización de maratones televisivos, dedicados a diferentes temas (enfermedades o circunstancias incapacitantes, desastres naturales, etc) se lleva a cabo en muchos países (Estados Unidos, Francia, Alemania, Japón, España…) y especialmente alrededor de las fechas navideñas. Quizás podría admitirse algún matiz entre las ayudas recaudadas para un desastre puntual e inesperado y las destinadas a subvenir situaciones que el sistema social tendría que reconocer e integrar. Aunque tampoco lo tengo muy claro.


Hay que pensar que si los Teletones gozan de tanta implantación muchos países es porque el sistema social no alcanza a subvenir todas las necesidades que se plantean. En ese sentido, más vale que existan los Teletones, claro. Porque prefiero que existan a que los críos a los que se puede atender mediante su celebración dejen de estarlo. Este año, como dije al principio, la emisión del Teletón mexicano va a llegar algunas cadenas de televisión españolas. Se anuncia que el 70% de lo recaudado irá destinado a los niños con discapacidad del Estado de Chiapas en México; el 30 % será para los españoles. Es decir, parece que también a este lado del océano se detectan carencias que no podemos suplir con el sistema social. Y si eso es así a pesar de la recién aprobada Ley de la Dependencia, no terminamos de estar donde deberíamos, creo.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Es una cuestión difícil, Luisa, pero te entiendo.
Tampoco me gusta utilizar el concepto "beneficencia" en algo que debería considerarse el derecho fundamental al reconocimiento y respeto que TODOS necesitamos.
Creo que puede ser peligrosa la creación de macro-fundaciones organizadas desde determinadas grandes empresas, pero desgraciadamente son necesarias allí donde los organismos públicos no pueden o no quieren "perder" recursos y tiempo. En muchas ocasiones gracias a ellos se ha dado voz a gente ninguneada...se ha conseguido abrir los ojos de la gente para que sea capaz de ver y valorar muchas discapacidades.
Al final seguramente lo correcto sería revisar planteamientos y procurar ser honestos con ese colectivo que, como bien dices, solo reclama lo que justamente merece: ser tratado como uno más dentro de sus necesidades específicas.
Y que el único "negocio" sea la igualdad, la normalidad, el apoyo justo, ese reconocimiento y ese respeto.

39escalones dijo...

Pues estoy absolutamente de acuerdo contigo. Por otro lado, de este tipo de programas me escama el "donativo por publicidad", cuando ponen un letrero que dice "tal empresa ha donado tantos euros". Penica me da, porque ahí de voluntad humanitaria, poca, poca, en ciertos horarios es más barato ese tipo de publicidad que un spot cualquiera. Y si la voluntad humanitaria es lo que los mueve, podrían hacerlo anónimamente y sin letrero. ¿No? Recuerdo un infame programa de éstos (infame no por la finalidad, sin por el truño de programas que suelen ser) en el que los actores Fernando Guillén, Juanjo Menéndez (y no recuerdo el tercero) sacaron dinero de sus carteras y lo pusieron sobre la mesita como quien invita a unos chatos, billetes de cinco mil o de mil pesetas, lo que cada uno tuviera. Y sin letrero.
Buen post. Besos.

Luisamiñana dijo...

Creo, Inma, que lo que me chirria sobre todo es ese momento estrella de los programas televisivos. Entiendo que allí donde el sistema público no alcanza es normal que otras entidades sociales se mojen. Eso no me molesta. Lo que no me termina de convencer es que muchas veces parece que sus actuaciones se llevan a cabo desde "otro lugar" al que ocupan las gentes a las que benefician. Ojala empresas y entidades públicas pudieran colaborar y formar un sistema sólido que diera cobertura a la mayor parte de las personas que lo requirieran.

Pero, como apunta Escalones, no sé si los programas televisivos ayudan a conformar una imagen real de la discapacidad, o únicamente sirven para "aliviar conciencias" en un momento determinado. A lo mejor soy injusta, o a lo mejor demasiado exigente. Pero el colectivo de la discapacidad es lo suficientemente amplio (con todos sus matices y grados) para que todos tuvieramos una visión muy alejada de la que me da la impresión que a veces se muestra en estos eventos, no por parte de los discapacitados, sino respecto al tipo de actitud que los demás deberíamos tener.
De todas formas, ninguna colaboración se puede desdeñar tal y como están las cosas en un montón de sitios.

Besos a ambos, guapos.

Anónimo dijo...
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ybris dijo...

Totalmente de acuerdo. No le quitaremos méritos a los telemaratones pero el problema de los discapacitados no se resuelve más que dándoles los derechos que les corresponden dentro de un sistema justo en el que todos cuenten igual.
Y, desde luego, ese sistema justo no se construye con limosnas.

Besos

Luisamiñana dijo...

Ya comentaba en el texto, Ybris, que no quisiera que se malinterpretara el asunto. No dudo de la sinceridad de la gente de a pie que se acerca estos eventos. Pero respecto a los mismos, es en si misma una contradicción su perfil de apelación a la benificencia con la intención de difundir un cambio de mentalidad y de visión respecto a la forma en que la discapacidad debe estar en nuestra sociedad.

Un beso puentero.

Chalá perdía dijo...

Estoy de acuerdo contigo, en lo que comentas que estos programas tienen de positivo y de negativo.
Lo más importante es la divulgación, una manera de hacer ver y entender. Un modo de hacer notar a la sociedad una realidad con carencias (materiales y actitudinales).
Que algien aparque en un paso de peatones tapando la rampa no es sólo cuestión de dinero.
Que no reciban la educación apropiada o un trabajo adaptado a sus necesidades es cuestión de dinero y sensibilidad y estoy de acuerdo, debería ser la sociedad al completo "todos los días" quien lo sostenga y lo arrope.