viernes, 22 de agosto de 2008

Agosto 22



Por fin los días de vacaciones van sucediéndose. LaMima acaba de escribir un comentario para este blog y veo que su nodo está en Arcos de la Frontera. Ella y su familia andan asomándose al lado cálido del Atlántico, dejándose llevar por el tiempo lento de las vacaciones. Daniel y sus padres han elegido este año la montaña. Otros amigos han volado a Escocia, o en sentido contrario hasta Canarias. Los hay que han llegado en coche hasta Galicia, o hasta la costa bretona. Unos cuantos se han ido a Nueva York y algunos vendrán a pasar unos días a Cambrils. Hay a quienes he reencontrado días atrás en Zaragoza recién regresados de una larga estancia profesional en el extranjero. El verano, Agosto, es así. Un poco desarbolado.

He escrito este párrafo y nos hemos ido un rato a ver el mar. F.S. ha dicho que iba a llover. La tarde se ha encerrado, se ha puesto más gris que azul y finalmente nos hemos mojado. Tan mansos nosotros ante la lluvia como ante lo que no tiene más opción. La lluvia, lenta, nos ha calado lo justo. Cerca de la orilla del mar la gente que anda en bañador no teme mojarse. Los que caminábamos en ropa de calle nos hemos ido refugiando en los chiringuitos, bajo los árboles, dentro de los coches. A mi me gustan estos días de verano con lluvia. Como ahora, ya de noche, ya con tormenta, que llueve en el jardín a brochazos.

Esta tarde gris no me apetecía volver a casa –suele ocurrir al contrario, que no tenga ganas de salir, en tardes así. Conducir con lluvia, junto al mar, me gusta mucho. En el Cap de Salou hay un faro. Junto al faro un edificio de apartamentos de los que hoy sería imposible construir, pegado al roquedal de la costa. En ese edificio pasamos hace unos años un par de buenos veranos y unos cuantos días de soleado invierno mediterráneo. Recuerdo especialmente las luces de los barcos pesqueros brillando en medio del mar oscuro durante las madrugadas. Y recuerdo los mediodías de intensa luz. Imposible salir a la terraza sin las gafas del sol. A pesar de los toldos marineros. Después de mojarnos a orilla de la playa de Villafortuny, hemos ido al faro. Siempre querré regresar allí de vez en cuando. Es ya un territorio mítico, por lo dicho y por alguna razón más que prefiero reservarme. Ha vuelto a llover al salir del coche. La vegetación está más verde que nunca. Verde la falda de pinar que cubre las rocas hasta el mar. La mirada no alcanza el horizonte del mar desde el Cap de Salou.

En Cambrils la lluvia había organizado un pequeño caos en el parking que hasta hace un par de años fue el estupendo y carísimo Mercado del Pósito. No me gusta pensar que ese parking lleva visos de quedarse ahí por años. Afea muchísimo el lugar y tanto coche es un auténtico dolor entre calles estrechas. Yo nunca llego hasta allí con coche. He atravesado andando ese parking-plaza para acercarme a la librería Galatea. Hay dos librerías en el Puerto de Cambrils y siempre encuentro algo entre el montonazo previsible de best-sellers. Esta tarde en Galatea me he llevado cuatro libros, entre ellos los cuentos completos de Pere Calders, en catalán, un idioma que me gusta mucho y al que alguna cosa debo.

Por fin, de noche, la lluvia mansa se ha transformado en una tormenta. Por ahora es amable. Vuelvo a consultar en la prensa y en televisión, todo entremezclado como lo están ofreciendo los medios de comunicación, las noticias acerca del accidente aéreo de Barajas y las de las Olimpiadas. Es una extraña mezcla. Es un extraño mes, Agosto.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Veo que te zambulles en recuerdos...
A pesar de estar disfrutando del sol te reconozco que siempre me han gustado las tormentas veraniegas en la playa. Tienen algo de inmenso, o de recogido...o que se yo que invita a pensar, que serena un poco. En azul.
Nosotros hoy hemos descubierto otra playa inmensa, de las que tragan gente sin que te des cuenta. He pensado al llegar lo maravilloso que sería poder caminar en soledad (al menos la máxima posible) por un lugar así al amanecer, o al atardecer. Y ahora que te leo completo el sueño con una fina lluvia. Estaría bien.
Cuando llegue, si lo hace, espero saber aprovecharlo.
Agosto extraño.
Envidio tu visita a la librería. Yo voy arañando ratos para leer pero resulta difícil: tendrías que ver la afición que ha cogido Ainhoa a retar a las olas para que la alcancen..¡demonios, imposible dejarla sola!
Prometo fotos.
Un besazo.
A la vuelta quedamos.

Anónimo dijo...

Querida Luisa... casi he podido oler la lluevia. Lee y escribe mientras te esperamos. Un beso.

Anónimo dijo...

Este post me ha traído muchos recuerdos, de cuando pasar unos días en la playa todavía era medianamente asequible para mi familia... sobre todo esas luces de los barcos en el agua oscura, y cómo alumbra la luna cuando te alejas de las luces artificiales.
Un Agosto extraño y hermoso el tuyo, Luisa.
Besos.
Rosa.

Luisamiñana dijo...

Os transmito un cachillo de Mediterráneo, ese de mis amores, chicas. ¡Oled, oled qué gloria!
Besos