Ni Emilio Quintanilla ni Angel Sobreviela lo tenían fácil en La Campana de los Perdidos. Me explico. Emilio Quintanilla permanece sabiamente fiel al estilo poético de urdimbre clásica en el que él se siente a gusto y al que domina con destreza y exquisitez. Quintanilla es elegante y elocuente y posee un sentido del ritmo y una memoria –dicho sea por justicia- apabullantes. Esa memoria –de vieja escuela (con todo el respeto) porque ya nadie hacemos uso de ella con tanto aprovechamiento- le permite recitar sin mirar el papel largos poemas de encadenadas rimas maestras. Gustó Quintanilla a un heterogéneo público, que apreció su oficio y su generosidad y sus reflexiones casi senequistas a pie de vida.
Por su parte, Ángel Sobreviela dijo estar empeñado en un discurso poético de esencia cosmogónica. Arduo y sisifesco trabajo para el que hay que desearle mucha perserverancia (que la tiene), suerte (que debería tenerla) y gran capacidad de observación y de reflexión (que las demuestra). Los afanes de Ángel Sobreviela requieren también aliento del clásico, y su ideario proviene de la estirpe romántica de los discursos novalísticos, hordelinianos, del proceder mistérico, órfico y druídico: Sobreviela asentó en La Campana fragmentos de su paralelo universo poético y salió, no sólo airoso, sino indemne y creo que incluso contento.
No, ni Quintanilla ni Sobreviela lo tenían fácil para rendir La Campana con su poesía del pensamiento. Pero lo hicieron. Fue una noche de profundo y espléndido contraste, entre las voces. Con la música.
El contrapunto lo puso “Nadie”: magnífica formación de a cuatro repartiéndose guitarra, bajo, trompeta, teclados y percusión, además de la voz de Martín Navarro, quizás en el mejor concierto que yo les he oído, en serio. Me declaro ya fan de “Nadie”. Hubo armonía instrumental, fuerza interpretativa, subieron las canciones como pájaros; me gustan mucho su musicación e interpretación de “Nanas de la cebolla” (ese “no, woman no cray” entremediado es sencillamente un hallazgo impagable), el tema dedicado a Mauricio Aznar o “Tara”, con letra de Marta Navarro. “Nadie” dicen que han grabado un disco de rock el verano pasado; y lo dicen así como si fuera “nada”.
p.d. me perdí la sesion número 7 de Poesía para perdidos, con Pablo Casares y Raúl García, y la actuación musical de Ricardo Vázquez-Prada (escritor, periodista y también canzonetista, á la façon): me han dicho que fue un éxito rotundo de asistencia, ambiente y calidad artística. Y tal y como lo vamos contando parece que este invento de la Poesía para Perdidos siempre resulta bien. Pues sí, así es. Un gustazo.
4 comentarios:
Pues yo me lo perdí también, no pude acudir a la cita. Y ya lo sentí.
Me hubiera encantado. Eso sí, envíe a unas amigas que se lo pasaron muy bien y que les gusto mucho. Tiene merito porque no conocían a nadie y dicen que irán a todo lo que se haga.
Un kiss,
M
Me alegro mucho de que les gustara la sesión a tus amigas. Es que ya sabes que Poesía para perdidos crea adicción...
kss
Gracias por la crónica, Luisa... y por la presencia, la escucha, la reflexión sobre mis textos y por la mirada del ojo mecánico. Lo de "cosmogónico" está muy bien. Al menos escribiendo creamos nuestro pequeño orden (cosmos) entre las cubiertas de un libro.
La noche fue estupenda, me alegró haberos acercado la órbita de mi estrella.
Indudablemente gracias a ti, y a Emilio también, claro, por la generosidad del esfuerzo y por hacernos pasar un rato felices oyendoos. Ojalá tengamos muchas más así que construyamos entre todos.
Un abrazo
Publicar un comentario