viernes, 9 de julio de 2010

Conversaciones en el hospital

Estos días más que nunca (y a pesar de que ya he tenido la misma experiencia en muchas ocasiones) compruebo que el lenguaje se puede sostener sobre prácticamente nada, que no se necesitan tantas convenciones ni pactos para entenderse como en los que a menudo nos empeñamos. Esos pactos sólo son precisos si lo que se quiere o se necesita (por la razón que sea) es delimitar un espacio, una jerarquía, un orden.
Pero si lo único que se busca es una empatía comunicativa, el lenguaje tiende hilvanes de aproximación, y funciona, ya lo creo: genera sentidos intuidos, edificios que aparecen y se destruyen casi al instante... y no importa: cada hilván establece un modo de estar cerca, y es diferente al siguiente que lanzamos. O similar. No importa. Lo que se quiere realmente es lenguaje-tacto, lenguaje-compañía.
En los momentos en los que muy cosas se perciben como fundamentales, esenciales, ese lenguaje en verdad es el único. Y resulta que es un lenguaje que no atiende a razones:
(Mantengo estos días largas conversaciones con una muy querida persona para mi, de la que los médicos hablan como una enferma de Alzheimer. Así debe ser, puesto que ellos son los que construyen mapas patológicos. Y en esos mapas, el Alzheimer aparece como una enfermedad, digamos, del sinsentido (entre otros síntomas).
Pero en esas conversaciones que yo mantengo con ella no ocurre nada demencial ni extraño. Durante esas conversaciones tengo la sensación de que he encontrado una forma diferente de usar el lenguaje, nada más - nada menos).
Yo también debo estar del bolo.

9 comentarios:

laMima dijo...

Comunicarse es tan complicado, tan exclusivo a veces de las personas y el momento, tan inmenso...
Mi padre, también en ese punto del "mapa", no acierta a decir nada hace mucho tiempo pero hace poco me sorprendió una mañana intentando cantar algo en euskera.
Me dejó tan perpleja que le dije: "aita, ¿vas a cantarme una canción ahora?" y de repente estalló en una carcajada inmensa, desordenada y feliz. Parecía incluso consciente y me contagió enseguida.
Creí que nunca llegaría ese momento.
Que tesoro esas charlas, bienvenido ese entendimiento.
Un beso inmenso.

ybris dijo...

Tienes mucha razón.
Hablar con un enfermo de Alzheimer supone un modo diferente de usar el lenguaje
No es demencial, es sencillamente buscar un contacto con lo desconocido.
A veces con nosotros mismos en lugar de con el afectado.

Besos muy animosos, Luisa.

Luisamiñana dijo...

¡Qué buen momento, Inma!
Con mi suegra sucede igual si le hablas de un par de cosas que ella siempre contaba y que supongo le provocan autoestima: la anécdota de un piropo que le había gustado mucho cuando se lo dijeron (en su juventud) y repertirle que nadie le daría los años que tiene (je.. siempre ha sido muy coqueta, sí): ves cómo se dibuja en su cara una amplisima sonrisa, cómo sus ojos vuelven a cobrar vida y luz..

Un besote

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Ybris, es cierto: se puede llegar a comunicarte con una persona con esta enfermedad: hay que buscar una forma diferente, eso es todo. Es un esfuerzo, es cierto. Pero uno adquiere al final la técnica. Y, apartándome en lo que puedo de las cuestiones emotivas, llego incluso a analizar como funciona mi expresividad en esos momentos, cómo yo puedo construir historias que no responden a mi lógica... y te digo una cosa: aprendo. Y eso siempre lo agradezco mucho. Además del cariño, claro.

Un beso, señor.

Inde dijo...

Te parecerá una burrada esto que te voy a decir, pero yo sé muy bien por qué lo digo: qué suerte, Luisa.

Luisamiñana dijo...

Te entiendo. Un abrazo, prenda.

Magda Díaz Morales dijo...

Leo tu texto Luisa, y muchas cosas pasan por mi cabeza. Una de ellas es tocar la riqueza de tu espíritu. Si todas las nueras fueran como tu, otro sería el mundo. La comprensión del ser humano al mundo de otro ser humano, solo la da el amor.

Voy totalmente de acuerdo en que se trata de otro tipo de comunicación, de ninguna manera una comunicación rota.

Un abrazo con cariño para ti y otro para Fernando.

Luisamiñana dijo...

Muchas gracias, querida Magda. Transmito tu abrazo a Fernando. Y agradezco también tu empatía y comprensión. No hay mérito en estar con ella; la vida nos ha brindado bastantes años de caminar próximas. Una no puede dejar de sentir lo que siente. Una no puede dejar de hacer lo que la inercia del cariño te dicta. Yo, por lo menos, no puedo.

Un beso para ti

Lamia dijo...

Muxu bat Mima aitarentzat.
A ti, todo mi cariño y también un poco de envidia cuando hablas de esa cercanía y ese caminar juntas.

Vesania.- dijo...

me emocionais chiquetas. Un beso Luisa. Me maravilla el calor y cariño que transmites escribiendo. Un beso y a ser fuertes, que esos momentos, en el fondo siguen siendo muy duros. Otro abrazo para Fernando.