Nuestra forma hiperactiva de vivir (mantenemos escasamente la atención y nos movemos mucho) conlleva algo que me parece realmente negativo: la pérdida de la memoria. Vayamos hacia donde vayamos, la identidad individual y colectiva precisa de la memoria.
Durante los años de la transición política española desde la dictadura franquista a la democracia, la necesidad de caminar mucho y deprisa, de llegar a la llamada "normalidad democrática", nos obligó también entonces a ser hiperactivos social e históricamente hablando, y eso fue así porque era necesario, y fuimos una colectividad madura por primera y única vez.
Aquellos que por formación no tememos a la memoria, debemos recordarlo y llamar la atención sobre ello a quienes por devoción lo consideran innecesario. Más aún éstos, quienes ya hoy desconocen absolutamente o casi quién fue y cuánto debemos a hombres como Marcelino Camacho, que pelaron tanto por lo colectivo renunciando a sí mismos hasta términos que hoy nadie sería capaz de tolerar. A estos hombres, como él, les debemos incluso algunas posibilidades de vida de este tiempo nuestro con las que estoy segura Marcelino Camacho no se sentiría demasiado contento.
Esta capacidad de sereno reconocimiento colectivo es algo que siempre envidiaré a los anglosajones y a los franceses (que son latinos, pero menos).
In memoriam.
2 comentarios:
Admirable ese hombre, sobre todo, para mí, por el hecho que comentas de haber renunciado a sí mismo hasta términos que hoy nadie sería capaz de tolerar.
Mucho hay que aprender de personas como él.
Besos.
Vivirá en la memoria colectiva, como labordeta, como saramago...son nuestros referentes y nuestra conciencia.un abrazo guapa, y otro muy fuerte a Julio....
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