Recojo desde la página de Víctor Juan la existencia de este documental de Gonzalo Tapia sobre Las Misiones Pedagógicas (Acacia Films). Si tenéis un poco de tiempo, no os lo perdáis.
Las Misiones Pedagógicas fueron una experiencia, puesta en marcha por la Segunda República, que prentendió acercar la cultura y la educación a las áreas rurales de un país que contaba por entonces con más de un cuarenta por ciento de población analfabeta. Durante todo el año 2007 se ha podido ver en distintas localidades españolas una exposición sobre este importantísimo y novedoso proyecto. Dicha exposición, patrocinada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales ha contado con un rico y variado material y ha sido organizada por la Fundación Francisco Gíner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza. Puede seguirse lo que ha sido la muestra y el material con que ha contado en la página de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales.
El texto que sigue está extraído de uno de los pdf que figuran en dicha página, y creo que expone bastante bien el espíritu y las actividades de Las Misiones Pedagógicas de la Segunda República.
El Patronato de Misiones Pedagógicas fue creado por un decreto del Gobierno de la Segunda República el 29 de mayo de 1931. Su principal objetivo era, según recogía el preámbulo, llevar a las gentes, «con preferencia a las que habitan en localidades rurales, el aliento del progreso y los medios de participar en él, en sus estímulos morales y en los ejemplos del avance universal, de modo que los pueblos todos de España, aun los apartados», participasen de «las ventajas y goces nobles reservados hoy a los centros urbanos».
Ésta era una idea que Francisco Giner de los Ríos y Manuel Bartolomé Cossío habían propuesto desarrollar a los distintos Gobiernos de la Restauración casi desde la fundación de la Institución Libre de Enseñanza, en 1876. Para transformar España en una república democrática basada en la soberanía popular, era necesario salvar la distancia que existía entre las ciudades, que disfrutaban de un mejor acceso a la cultura, y un campesinado sumido en el aislamiento y ajeno a los cambios que se estaban produciendo en el mundo.
Las actividades del Patronato se centraban en tres aspectos: el fomento de la cultura general, la orientación pedagógica de las escuelas y la educación ciudadana de las poblaciones rurales. Para fomentar la cultura general se crearon los diferentes servicios ya descritos. Para apoyar la cotidiana tarea pedagógica se realizaron visitas a las escuelas rurales, con el fin de conocer sus necesidades más acuciantes, así como para impartir lecciones prácticas, cursos y realizar excursiones educativas que dotaran de mayores recursos teóricos y metodológicos a los maestros.
Por último, la educación ciudadana se reforzaba por medio de reuniones públicas y conferencias en las que se debatían los nuevos principios políticos que dirigían el país: la democracia, el sufragio universal, la estructura del Estado, etc.
Grupos de jóvenes intelectuales, artistas, escritores y, especialmente, inspectores de enseñanza primaria y maestros, compartieron el entusiasmo por aquel tiempo de esperanza bajo la dirección de Manuel B. Cossío.
EL SERVICIO DE BIBLIOTECAS
En 1931 no había apenas bibliotecas públicas en España y ninguna escuela rural contaba con libros infantiles. La labor emprendida por el Patronato de las Misiones, en la que participaron de manera destacada María Moliner y Juan Vicens, fue la mayor campaña de lectura que jamás se hizo en España: se repartieron bibliotecas para adultos y niños por pueblos y aldeas a los que no se podía llegar en automóvil y donde no había luz eléctrica.
En general, las colecciones de libros se instalaban en la escuela, y el Patronato las enviaba a los solicitantes cuando le constaba que quien se hacía cargo de ellas daba garantías de que funcionarían con eficacia.
EL MUSEO DEL PUEBLO
El Museo del Pueblo de las Misiones Pedagógicas —que explicaban, entre otros, Antonio
Sánchez Barbudo, Ramón Gaya y Luis Cernuda—, se componía de dos colecciones itinerantes de pintura, cada una con catorce copias de cuadros de los pintores más famosos de la escuela española, realizadas en su mayoría por Juan Bonafé, Ramón Gaya y Eduardo Vicente. Los cuadros se transportaban en fuertes cajas de madera, o en una camioneta especialmente acondicionada, y se exponían en los pueblos a los que se podía llegar. La colección iba acompañada por dos o tres misioneros a quienes el Patronato confiaba este encargo, que explicaban los cuadros a los campesinos. La función se acompañaba de un gramófono y aparatos de proyecciones fijas y cine. El Museo permanecía generalmente una semana en cada localidad, y a los visitantes se les obsequiaba con reproducciones de los cuadros, en fototipia o hueco-grabado; también se dejaban algunas fotografías de los cuadros expuestos, enmarcadas paralas escuelas y centros obreros.
EL SERVICIO DE CINE
En 1931, muchos campesinos desconocían la existencia del cine, y el anuncio de su llegada solía congregar a grupos de personas muy numerosos, que recorrían grandes distancias a pie para contemplar este prodigio. Con José Val del Omar y Cristóbal Simancas como responsables, el Patronato tenía únicamente dos aparatos de cine sonoro, y en la mayoría de las expediciones se proyectó cine mudo, acompañado normalmente de música de gramófono. Las películas eran de dos tipos: cómicas, de Charlot o dibujos animados, y documentales. Charlot en la calle de la paz, amenizada con el Septimino de Beethoven, fue una de las películas más vistas. El Patronato llegó a tener un fondo de cerca de quinientas películas y al menos quince documentales realizados por los servicios del Patronato.
EL CORO Y TEATRO DEL PUEBLO
El Teatro y el Coro del Pueblo estaban integrados por una cincuentena de estudiantes, dirigidos respectivamente por Alejandro Casona y Eduardo Martínez Torner. Llevaban un tabladillo de fácil montaje, de cuatro por seis metros, que rápidamente era ensamblado por los propios actores. Se quería acercar el teatro al pueblo, permitiendo el desarrollo de la farsa en medio de las gentes y en la plenitud del aire libre. El repertorio inicial se componía de piezas breves, elegidas entre los pasos y entremeses del teatro clásico (Juan del Encina, Lope de Rueda, Cervantes y Calderón de la Barca), a las que luego se fueron añadiendo otras, algunas de ellas adaptaciones que el propio Casona hacía de relatos clásicos, como el Entremés del mancebo que casó con mujer brava (escenificación con música y danzas del proverbio del Conde Lucanor). El Coro llevaba un repertorio musical integrado por canciones recogidas del folclore en su más pura tradición. Además de cantar e integrar la música en algunas escenificaciones, los misioneros recitaban romances y, en ocasiones, letrillas de Góngora, así como aportaciones folclóricas de García Lorca. El romance de «La loba parda» fue emblemático en el recuerdo de muchos misioneros.
EL SERVICIO DE MÚSICA
Además de bibliotecas, la misión dejaba en algunos de los pueblos visitados un gramófono y una colección de discos —seleccionados por Óscar Esplá—, que eran renovados de vez en cuando. El material solía ser confiado al maestro. En las visitas de los misioneros se llevaba un gramófono, y antes de poner los discos se hacía un comentario sobre el compositor y la música que se iba a escuchar: tradicional, de distintas partes de España o de los grandes compositores clásicos. El Patronato editó una colección de discos, de los cuales cuatro recogían las canciones del Coro de las Misiones.
EL RETABLO DE FANTOCHES
Como no era posible llevar el Teatro de las Misiones a todas partes y como dentro de las tareas «juglarescas» había, además de teatro y coro, recitación de romances y otras actividades, el Patronato se decidió a ampliar estos medios de expresión con la creación de un guiñol que llevó el título de Retablo de Fantoches. Este teatrillo se propuso cumplir las exigencias de un espectáculo culto sin renunciar a la frescura popular y al desenfado propios del género. La primera representación se hizo en Malpica (A Coruña) en octubre de 1933. El Retablo de Fantoches lo dirigía el escritor Rafael Dieste, quien lo surtió de farsas ideadas por él que, con el tiempo, transformó en comedias mayores. También, a petición de Cossío, hizo una adaptación del romance «La doncella guerrera».
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La dignificación de la profesión de maestro era un punto fundamental dentro del proyecto institucionista y se encuentra en la base de las iniciativas llevadas a cabo por el Patronato de las Misiones Pedagógicas.
Con el comienzo de la guerra civil se paralizaron las actividades de las Misiones Pedagógicas. El destino que corrieron las más de 600 personas que en un momento dado formaron parte de las Misiones Pedagógicas fue muy variado. Algunos misioneros murieron asesinados nada más comenzar el conflicto; otros se enrolaron en las Milicias de la Cultura o en las Brigadas Volantes; otros fueron encarcelados, expedientados o marcharon al exilio. Y también hubo algunos que se integraron en las filas franquistas.
Después de la guerra, el modelo de Misiones Pedagógicas desarrollado en la Segunda República española fue exportado a América. Algunos misioneros, como Cristóbal Simancas en Colombia o Herminio Almendros en Cuba, intentaron animar la realización de iniciativas semejantes. En julio de 1945 se llevaron a cabo las primeras misiones socio-pedagógicas en Uruguay, organizadas por estudiantes universitarios y dirigidas por profesores de la Escuela Normal de Montevideo y profesionales de distintas áreas.
(* Texto extraído del dossier correspondiente a la muestra llevada a cabo en Madrid)
Las Misiones Pedagógicas fueron una experiencia, puesta en marcha por la Segunda República, que prentendió acercar la cultura y la educación a las áreas rurales de un país que contaba por entonces con más de un cuarenta por ciento de población analfabeta. Durante todo el año 2007 se ha podido ver en distintas localidades españolas una exposición sobre este importantísimo y novedoso proyecto. Dicha exposición, patrocinada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales ha contado con un rico y variado material y ha sido organizada por la Fundación Francisco Gíner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza. Puede seguirse lo que ha sido la muestra y el material con que ha contado en la página de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales.
El texto que sigue está extraído de uno de los pdf que figuran en dicha página, y creo que expone bastante bien el espíritu y las actividades de Las Misiones Pedagógicas de la Segunda República.
El Patronato de Misiones Pedagógicas fue creado por un decreto del Gobierno de la Segunda República el 29 de mayo de 1931. Su principal objetivo era, según recogía el preámbulo, llevar a las gentes, «con preferencia a las que habitan en localidades rurales, el aliento del progreso y los medios de participar en él, en sus estímulos morales y en los ejemplos del avance universal, de modo que los pueblos todos de España, aun los apartados», participasen de «las ventajas y goces nobles reservados hoy a los centros urbanos».
Ésta era una idea que Francisco Giner de los Ríos y Manuel Bartolomé Cossío habían propuesto desarrollar a los distintos Gobiernos de la Restauración casi desde la fundación de la Institución Libre de Enseñanza, en 1876. Para transformar España en una república democrática basada en la soberanía popular, era necesario salvar la distancia que existía entre las ciudades, que disfrutaban de un mejor acceso a la cultura, y un campesinado sumido en el aislamiento y ajeno a los cambios que se estaban produciendo en el mundo.
Las actividades del Patronato se centraban en tres aspectos: el fomento de la cultura general, la orientación pedagógica de las escuelas y la educación ciudadana de las poblaciones rurales. Para fomentar la cultura general se crearon los diferentes servicios ya descritos. Para apoyar la cotidiana tarea pedagógica se realizaron visitas a las escuelas rurales, con el fin de conocer sus necesidades más acuciantes, así como para impartir lecciones prácticas, cursos y realizar excursiones educativas que dotaran de mayores recursos teóricos y metodológicos a los maestros.
Por último, la educación ciudadana se reforzaba por medio de reuniones públicas y conferencias en las que se debatían los nuevos principios políticos que dirigían el país: la democracia, el sufragio universal, la estructura del Estado, etc.
Grupos de jóvenes intelectuales, artistas, escritores y, especialmente, inspectores de enseñanza primaria y maestros, compartieron el entusiasmo por aquel tiempo de esperanza bajo la dirección de Manuel B. Cossío.
EL SERVICIO DE BIBLIOTECAS
En 1931 no había apenas bibliotecas públicas en España y ninguna escuela rural contaba con libros infantiles. La labor emprendida por el Patronato de las Misiones, en la que participaron de manera destacada María Moliner y Juan Vicens, fue la mayor campaña de lectura que jamás se hizo en España: se repartieron bibliotecas para adultos y niños por pueblos y aldeas a los que no se podía llegar en automóvil y donde no había luz eléctrica.
En general, las colecciones de libros se instalaban en la escuela, y el Patronato las enviaba a los solicitantes cuando le constaba que quien se hacía cargo de ellas daba garantías de que funcionarían con eficacia.
EL MUSEO DEL PUEBLO
El Museo del Pueblo de las Misiones Pedagógicas —que explicaban, entre otros, Antonio
Sánchez Barbudo, Ramón Gaya y Luis Cernuda—, se componía de dos colecciones itinerantes de pintura, cada una con catorce copias de cuadros de los pintores más famosos de la escuela española, realizadas en su mayoría por Juan Bonafé, Ramón Gaya y Eduardo Vicente. Los cuadros se transportaban en fuertes cajas de madera, o en una camioneta especialmente acondicionada, y se exponían en los pueblos a los que se podía llegar. La colección iba acompañada por dos o tres misioneros a quienes el Patronato confiaba este encargo, que explicaban los cuadros a los campesinos. La función se acompañaba de un gramófono y aparatos de proyecciones fijas y cine. El Museo permanecía generalmente una semana en cada localidad, y a los visitantes se les obsequiaba con reproducciones de los cuadros, en fototipia o hueco-grabado; también se dejaban algunas fotografías de los cuadros expuestos, enmarcadas paralas escuelas y centros obreros.
EL SERVICIO DE CINE
En 1931, muchos campesinos desconocían la existencia del cine, y el anuncio de su llegada solía congregar a grupos de personas muy numerosos, que recorrían grandes distancias a pie para contemplar este prodigio. Con José Val del Omar y Cristóbal Simancas como responsables, el Patronato tenía únicamente dos aparatos de cine sonoro, y en la mayoría de las expediciones se proyectó cine mudo, acompañado normalmente de música de gramófono. Las películas eran de dos tipos: cómicas, de Charlot o dibujos animados, y documentales. Charlot en la calle de la paz, amenizada con el Septimino de Beethoven, fue una de las películas más vistas. El Patronato llegó a tener un fondo de cerca de quinientas películas y al menos quince documentales realizados por los servicios del Patronato.
EL CORO Y TEATRO DEL PUEBLO
El Teatro y el Coro del Pueblo estaban integrados por una cincuentena de estudiantes, dirigidos respectivamente por Alejandro Casona y Eduardo Martínez Torner. Llevaban un tabladillo de fácil montaje, de cuatro por seis metros, que rápidamente era ensamblado por los propios actores. Se quería acercar el teatro al pueblo, permitiendo el desarrollo de la farsa en medio de las gentes y en la plenitud del aire libre. El repertorio inicial se componía de piezas breves, elegidas entre los pasos y entremeses del teatro clásico (Juan del Encina, Lope de Rueda, Cervantes y Calderón de la Barca), a las que luego se fueron añadiendo otras, algunas de ellas adaptaciones que el propio Casona hacía de relatos clásicos, como el Entremés del mancebo que casó con mujer brava (escenificación con música y danzas del proverbio del Conde Lucanor). El Coro llevaba un repertorio musical integrado por canciones recogidas del folclore en su más pura tradición. Además de cantar e integrar la música en algunas escenificaciones, los misioneros recitaban romances y, en ocasiones, letrillas de Góngora, así como aportaciones folclóricas de García Lorca. El romance de «La loba parda» fue emblemático en el recuerdo de muchos misioneros.
EL SERVICIO DE MÚSICA
Además de bibliotecas, la misión dejaba en algunos de los pueblos visitados un gramófono y una colección de discos —seleccionados por Óscar Esplá—, que eran renovados de vez en cuando. El material solía ser confiado al maestro. En las visitas de los misioneros se llevaba un gramófono, y antes de poner los discos se hacía un comentario sobre el compositor y la música que se iba a escuchar: tradicional, de distintas partes de España o de los grandes compositores clásicos. El Patronato editó una colección de discos, de los cuales cuatro recogían las canciones del Coro de las Misiones.
EL RETABLO DE FANTOCHES
Como no era posible llevar el Teatro de las Misiones a todas partes y como dentro de las tareas «juglarescas» había, además de teatro y coro, recitación de romances y otras actividades, el Patronato se decidió a ampliar estos medios de expresión con la creación de un guiñol que llevó el título de Retablo de Fantoches. Este teatrillo se propuso cumplir las exigencias de un espectáculo culto sin renunciar a la frescura popular y al desenfado propios del género. La primera representación se hizo en Malpica (A Coruña) en octubre de 1933. El Retablo de Fantoches lo dirigía el escritor Rafael Dieste, quien lo surtió de farsas ideadas por él que, con el tiempo, transformó en comedias mayores. También, a petición de Cossío, hizo una adaptación del romance «La doncella guerrera».
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La dignificación de la profesión de maestro era un punto fundamental dentro del proyecto institucionista y se encuentra en la base de las iniciativas llevadas a cabo por el Patronato de las Misiones Pedagógicas.
Con el comienzo de la guerra civil se paralizaron las actividades de las Misiones Pedagógicas. El destino que corrieron las más de 600 personas que en un momento dado formaron parte de las Misiones Pedagógicas fue muy variado. Algunos misioneros murieron asesinados nada más comenzar el conflicto; otros se enrolaron en las Milicias de la Cultura o en las Brigadas Volantes; otros fueron encarcelados, expedientados o marcharon al exilio. Y también hubo algunos que se integraron en las filas franquistas.
Después de la guerra, el modelo de Misiones Pedagógicas desarrollado en la Segunda República española fue exportado a América. Algunos misioneros, como Cristóbal Simancas en Colombia o Herminio Almendros en Cuba, intentaron animar la realización de iniciativas semejantes. En julio de 1945 se llevaron a cabo las primeras misiones socio-pedagógicas en Uruguay, organizadas por estudiantes universitarios y dirigidas por profesores de la Escuela Normal de Montevideo y profesionales de distintas áreas.
(* Texto extraído del dossier correspondiente a la muestra llevada a cabo en Madrid)
8 comentarios:
Lo leí por la mañana, y me parece excelente.
Qué importantes han sido estas Misiones pedagógicas. Su historia es muy interesante, y bonita, además.
Muy interesante.
¡Cuántas cosas hizo la República por la cultura!
Besos
Vi este documental cuando se pasó por la tele (por La2, un domingo de fútbol, tarde por la noche, vamos, en horario cultural...). Esta historia me parece magnífica. Lo vi con mi madre, que nació en el 40, o sea, a toro pasado, pero me contó muchas cosas que a su vez le habían contado mi abuelo, sus tías y otros sobre esta gente.
Pero lamentablemente y como tantas veces, los que quisieron traer luz fueron colgados de un farol, y sustituidos de nuevo por la superstición y el oscurantismo. Hasta hoy.
Besos
Estoy tan poco atenta a las parrillas de televisión que el documental, como otras cosas buenas que de vez en cuando aparecen, se me escapó. Pero es excelente, sí. Y el empeño de las misiones pedagógicas, como bien decis los tres, siempre me ha parecido algo fuera de serie. Y la frustración que siempre me ha producido el truncamiento de tanta ilusión, de tanto proyecto, ha sido grande, como si la historia nos debiera a todos los que venimos por detrás mucho, mucho. Ha habido que poner el acelerador después, y eso tiene sus consecuencias.
Abrazos.
No tenía ni idea de la existencia de un proyecto tan hermoso...gracias a los dos por enseñármelo.
Se me ocurren algunas preguntas: ¿donde estaba realmente el problema de seguir con ellas?¿no interesaba un "campo" culto?¿no nos importaba el "campo"?¿no podíamos dejar que determinado tipo de educación contaminase al personal"?...seguramente de todo un poco.
Me parece que en algunos puntos la cosa no ha cambiado demasiado, pero eso muchas veces ya está bajo nuestra responsabilidad: hemos de molestarnos en coger la cultura de la mano.
Ay, donde estaría ahora este país si esas misiones hubieran continuado.....
Efectivamente, Mima, no interesaba un campo culto. Se arrasó cualquier atisbo de posibilidad de que el personal tuviese capacidad de crecer en libertad y dignidad. Ya sabes lo que sucedió. Las misiones pedagógicas y La Barraca de García Lorca fueron dos de los mitos de mi juventud universitaria. Contaban muchas cosas de ellas en un programa de RAdio 3 mañanero que precisamente se llamaba La Barraca. Y aunque no me gusta mucho mirar atrás con nostalgia, a veces pienso que un poco de aquel espíritu nos vendría bien frente al adocenamiento y mimetismo general de nuestra cultura actual. Claro que es una visión muy mítica la mía. Besotes, guapa.
El año pasado organizamos, como cada año, las jornadas por la República. Este año pasado, el tema central era la educación y contamos con una exposición sobre las Misiones Pedagógicas, también con una excepcioanl charla de Gonzalo Anaya, maestro republicano. Fue fantástico acercarnos a aquellos días...
Es estupendo que tú lo recuerdes en tu blog. Lo que tristemente pudo ser y no fue.
Besos.
Lo estuve viendo el otro día, pero me fue imposible comentar nada. Es una verdadera pena que no acabara de desarrollarse esta misión, pero pena, pena.
Beikos, Luisa.
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