La operación Plomo Fundido, en plena transición presidencial, está pensada precisamente para condicionar el tamaño del cambio norteamericano hacia Oriente Próximo. Para complicarle las cosas a Barack Obama, no para facilitárselas, como cínicamente han argumentado medios neocons norteamericanos. La osadía argumental llega incluso a señalar que Israel está realizando un servicio a todos los países democráticos en su guerra global contra el terror, cuando de lo que se trata es precisamente de prepararse para sentarse en la mesa de negociación en la posición más favorable posible y con las otras partes bien debilitadas. Algo en lo que hay coincidencia con Hamás, que quiere asentar su autoridad sobre los palestinos y reivindicarse como su Gobierno legítimo y lo hace intensificando la provocación a partir del 19 de diciembre, una vez rota la tregua de seis meses. Lo que saben hacer unos y otros es la guerra, matar y morir. De ahí que estén aplicándose a conciencia a su tarea, a costa de expandir el dolor entre los civiles de ambos lados de la línea de demarcación, antes de verse forzados a regresar al camino de la paz.
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