EL CAPITAL - Karl Marx
En ocasiones los versos cruzan mis labios
mientras espero que le quiten la piel al lenguado
y le extraigan la espina dorsal;
mientras ls manzanas van depositándose en la bolsa
para ser calibradas;
mientras acomodo los huevos en el carro de la compra
buscándoles esa posición que garantice su supervivencia.
Cruzan mis labios con premura,
carentes de ritmo y sonoridad, de sentido,
y se pierden porque no tengo dónde apuntarlos
porque no tengo armas para obligarles a frenar.
Se pierden aunque intente repetirlos
y acelere el paso y desestime los comentarios de los tenderos.
Se pierden.
Se pierden incluso en casa,
mientras estoy fregando los platos
creyendo que la espuma del lavavajillas es hermana de la del mar;
mientras baño a la cría
y al aclarar su cabello enjabonado me acerque a la ducha tras la playa;
mientras recojo los platos de la cena
como si de un piscolabis nocturno en jardín veraniego se tratara.
Se pierden porque nunca termina de llegar
ese acontecimiento propicio que interrumpiría
la cadena de tareas que se ligan fervorosamente.
Qué no daría por disponer del tiempo suficiente
para solidifcar los ríos de palabras.
Qué no daría por poder envolverme
en cuartillas y escribir y reescribir.
Qué no daría porque la plusvalía
que me adelgaza el alma
fuera pura batalla de la lengua.
Daría cualquier cosa por mi fetiche aterciopelado.
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Sonia Fides manda a través de Marta Navarro este libro: Filosofía de la minucia, de J. Jorge Sánchez (Bartleby Editores). Lo manda como un regalo, que lo es.
Coda (muy personal): la voz y el tono del poema me parecen especialmente adecuados y ajustados, me parecen cuajados. Pero no puedo evitar pensar que si la voz textual que habla fuera la de un hombre habríamos ganado infinidad de sugestiones y sugerencias nuevas.
2 comentarios:
Pues gracias a las tres.
La verdad es que el poema me ha gustado.
Besos.
Qué no daría...
Ellos también andan enredados.
Un beso a las tres
Alba
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